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24 febrero 2009

El asesinato de Marta del Castillo y la Constitución

El reto inminente ahora parece ser cambiar la Constitución. Nos vemos incapaces de inculcar en nuestros hijos el mínimo respeto hacia ella, pero pedimos cambiarla para que contemple la cadena perpetua en casos como el de Marta del Castillo, porque nos ha tocado las fibras sensibles, ésas por donde transitan los sentimientos y las pasiones.

Sólo es necesario darse un paseo por Tuenti, la red social de los adolescentes de este país, para darnos cuenta de que algo está fallando, que ya desde bien pequeños comenzamos a no respetarla en nuestros actos cotidianos, en nuestras labores de diario.

Los derechos fundamentales que la carta magna protege y que son el emblema del Estado de Derecho y la democracia caen abatidos por los suelos con la misma facilidad que un castillo de naipes en manos de un ogro. Pero eso no crea alerta social.

Como se ha podido comprobar con el desarrollo del caso Marta del Castillo durante estos días, Tuenti se está convirtiendo en un hervidero de disputas entre detractores y partidarios de unos y otros, como si de un Gran Hermano virtual se tratara.

Ya antes de que se produjeran las detenciones, los grupos de apoyo a Marta, además de difundir su imagen por toda la red con el propósito de colaborar en su búsqueda, comenzaron a lanzar acusaciones sobre quienes después se confesaron autores del crimen y también sobre otros que hasta ahora no han aparecido involucrados en el sumario.

Para colmo, ahora, según publica El Correo de Andalucía, el pasado sábado aparecía un grupo nuevo en apoyo de Samuel, el amigo de Miguel que se ha declarado inocente, con el desacertado comentario: “Samuel somos todos”.

La batalla en Tuenti se prevé larga y dura, pues a éste se han unido otros eventos en los que sus amigos se declaran “samuelistas”. “Samuelistas, arriba” reza al parecer en uno de ellos, con montajes fotográficos en los que se pueden leer mensajes del tipo “te queremos” y “eres inocente”, dejando bien claro en sus perfiles que sólo admiten “a quien esté a favor de él”. Nada de lo que debamos preocuparnos, a fin de cuentas.

A la contra han surgido otros tantos en los que se acusa a Samuel de “asesino”, o que usan la foto del joven con la frase “soy un asesino”, incluso en uno de ellos, siempre según El Correo, reza el comentario “pensando en mi próxima víctima desde la cárcel”. Cosas de chavales exaltados.

Y luego están los medios, que han encontrado en el desorbitado eco que el caso ha tenido en las redes sociales el caldo de cultivo adecuado para armar un ataque en toda regla contra ellas en particular y contra todo lo que significa la red en general.

Es cierto que hay mucha educación por impartir entre los jóvenes sobre el uso adecuado de las redes y sobre las ventajas e inconvenientes de las mismas. No es menos cierto que los padres adoptamos con demasiada frecuencia una posición demasiado laxa al respecto, como si se tratara de un juguete inofensivo. Pero ante esto, no se me ocurre otra postura que la que Tíscar Lara no se cansa de repetir hasta desgañitarse: educación, educación y educación.

El potencial de las redes sociales como herramienta de comunicación no lo vamos a descubrir aquí, tampoco los medios son ajenos a él, ellos lo conocen mejor que nadie, igual que conocen el potencial peligro de Internet, no para la vida de nadie en concreto, sino para la existencia de sus propios negocios informativos.

De ahí que me resulte tan sospechosa la campaña de criminalización de las redes sociales y de Internet que se está efectuando a la chita callando, aprovechando que el Guadalquivir pasa por Sevilla y al parecer alberga en su seno un cadáver que se resiste a salir.

Se han publicado titulares, que sensacionalismo aparte, dicen muy poco y mal de la óptica periodística desde la que se está enfocando este tema. Cada vez que sucede un acontecimiento de esta magnitud, el periodismo se somete a una reválida dura y exigente y rara vez roza el aprobado por los pelos. Se han saltado a la torera todos y cada uno de los principios éticos que rigen esta profesión y lo han hecho por el más vil de los motivos: el dinero.

Pero es que además se le saca punta a la situación y se aprovecha para desprestigiar a la red. No creo que haya hoy un padre en Sevilla al que su hijo le diga que se va a conectar un rato a Internet y se quede tranquilo. Y lo han conseguido los medios, ellos solitos, con su culto al morbo y al sensacionalismo, con su todo vale con tal de construir un titular que consiga atraer al lector. Incluso he podido leer un artículo de un supuesto periodista que llega a inventarse el diálogo de los asesinos mientras arrojaban el cuerpo de la chica al río, cómo no en El Mundo.

A pesar de que la red ha reaccionado y ha exigido respeto para Marta oponiéndose abiertamente al circo mediático, el eco se ha diluido apenas entre tanto alboroto y tanto ruido por la cantidad de páginas que se han escrito sobre el asunto.

Al final la culpa es de quien menos tiene que ver en el caso, la Constitución, pobre estúpida que no recoge la posibilidad de la cadena perpetua. Y nos ponemos a demandar a voces que hay que cambiarla de inmediato.

De la educación de esos chavales que no respetan los derechos fundamentales de las personas sean quienes sean, de incluir una asignatura obligatoria en los planes educativos que contemple esa enseñanza de necesario conocimiento para cualquier ciudadano que se precie, de exigirles a los medios que cumplan con profesionalidad su cometido y se ajusten a los códigos que hicieron un día de esta profesión la voz de la sociedad civilizada, de todo ello nada de nada. Mejor cambiamos la Constitución, que calma más las conciencias y cuesta menos trabajo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que falta en esta sociedad es coherencia y responsabilidad individual que es por donde debe comenzar todo buen hacer de las personas, pero esto implica trabajo, esfuerzo, compromiso y es algo que la gran mayoría de la gente no está dispuesta a hacer, es más fácil y más cómodo pedir que se cambien las leyes y hacerlas más severas que proponerse una sociedad más sabia, más respetuosa, más igualitaria, más libre y menos violenta. Salud Grego.

Gregorio Verdugo dijo...

Enrique: pues eso. Ni quito ni añado nada. Ahí queda tu comentario, que comparto.

i met you dijo...

Yo tambien lo comparto.

un beso

Gregorio Verdugo dijo...

I met you: me alegro, creo que se está sacando de plato el asunto.