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23 enero 2009

Colegios díscolos con según qué Ley


Allá por los inicios de los años setenta me expulsaron del Instituto Martínez Montañés, el único que hasta entonces había construido la administración de Franco y el más “rojo” de los existentes en la ciudad. Mis constantes choques con una profesora de química de amargo recuerdo provocaron mi estrepitosa salida, cuando cursaba sexto de bachiller en aquellos tiempos de revueltas estudiantiles y manifestaciones sindicales clandestinas.

Fue entonces cuando decidí matricularme en el Colegio Altair, porque no había otro en el barrio y no me atraía la idea de hacerlo en ese emblema de la enseñanza sevillana que es el Instituto San Isidoro, en pleno casco antiguo de la ciudad.

Ya sabía por aquel entonces que Altair pertenecía al Opus Dei, pero tampoco me causó demasiado rechazo, porque en aquella época estábamos acostumbrados a lidiar con la imposición de las clases de religión en toda la enseñanza (cuando no de cosas peores, como la Formación del Espíritu Nacional (FEN) impartida directamente por falangistas).

Mi ingreso en Altair se produjo con una inolvidable clase de matemáticas de infausto recuerdo que marcó el inicio de mi posterior desvinculación de este tipo de centros. Recuerdo que estábamos todos sentados en nuestros pupitres esperando la llegada del profesor. Cuando lo hizo, el resto de mis compañeros se pusieron de pie de repente al estilo cuartel. Yo no comprendía nada y les imité por aquello de no llamar la atención el primer día de clase. Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando, a un gesto del profesor, toda la clase se puso a recitar en voz alta un padrenuestro. Aquello se escapaba a mi raciocinio y me dejó perplejo.

Durante los siguientes días, los compañeros me llevaron a uno de los “pisos de estudio” que el centro poseía en los alrededores. Eran pisos que se habilitaban para que los alumnos que tuvieran dificultades en sus hogares –en aquellos tiempos abundaban las familias numerosas arracimadas en pisos ideados para un matrimonio con dos hijos- dispusieran de un lugar adecuado para poder estudiar sin molestias.

La verdad es que a mí me pareció una buena idea, pues tampoco abundaban entonces las bibliotecas u otros lugares públicos donde se pudiera estudiar con tranquilidad. Pero la primera tarde que me planté en el “piso de estudio” cargado con mis libros, cuando concluí los trabajos que tenía que hacer y me disponía a marcharme, un sacerdote al que no había visto emergió de una de las habitaciones, nos reunió en corro sentados en sillas alrededor de él y nos largó un sermón religioso de muy señor mío.

Este apego incombustible al proselitismo religioso que se practicaba en cualquier momento y bajo cualquier excusa fue el que motivó que abandonara el centro cuando aún no había ultimado mi primer mes de estancia en él. La ley, o como se llamara entonces, se lo permitía, igual que la segregación por razón de sexo y otras muchas cuestiones que no vienen a cuento, y no se podía de ninguna manera objetar. Por lo que la única salida posible era la que tomé.

Hoy la ley que rige la educación ha cambiado (afortunadamente) y, entre otras cosas, exige que para tener derecho a la subvención no puede existir “discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social”. A pesar de ello, doce colegios católicos andaluces, algunos vinculados al Opus Dei (entre los que se encuentra el Colegio Altair), se niegan a cumplirla y amenazan a la Junta de Andalucía con acudir a los tribunales si les retira la subvención, es decir, si cumple con la ley. Y ello a pesar de que el Tribunal Supremo ya ha autorizado a las comunidades autónomas a negar el dinero público a los colegios que ofrecen una educación segregadora.

El Colegio Altair además está incluido en los primeros puestos del ranking de los que promueven la objeción a Educación para la Ciudadanía elaborado por los talibanes católicos de HazteOir.org.

Todo esto viene a colación porque hoy he leído un artículo de mi admirado Paco Sánchez en vagón-bar que me ha causado una cierta inquietud, porque plantea que los impuestos que pagan los padres que quieren un tipo de educación segregada para sus hijos “sólo les dan derecho a elegir lo que el gobierno correspondiente diga”.

Sin entrar en el debate de si un tipo de educación es mejor o no que la otra, que daría para una infinidad de posts, sólo quiero señalar que mi padre, que ya por aquel entonces llevaba pagando impuestos muchos años y que después ha hecho lo mismo durante el resto de su vida, tampoco tuvo elección alguna. Era lo que había o nada.

La única diferencia entre entonces y ahora era que entonces los colegios que se beneficiaban de una ley impuesta a la fuerza no se rebelaban, porque les era favorable, y ahora pueden hacerlo, incluso negarse a cumplir la ley que nos obliga a todos por preceptos democráticos, porque le es desfavorable.

Tampoco recuerdo haber escuchado a nadie que se preguntara en voz alta qué había sucedido con los impuestos que mi padre pagaba.

Es la contradicción permanente en la que viven este tipo de organizaciones que se sienten más a gusto con una ley impuesta por un régimen totalitario que con la que emana de la libre voluntad del pueblo.

10 comentarios:

Miguel dijo...

Sigo pensando que la mejor forma de solucionar todo esto es erradicar cualquier enseñanza religiosa de los colegios públicos o concertados. El católico que quiera darle una educación en la fe cristiana a su hijo, que por las tardes lo mande a catequesis, lo mismo que tiene que hacer el musulmán con la mezquita o el budista...

Gregorio Verdugo dijo...

No puedo estar más de acuerdo con lo que dices, Miguel.

B. dijo...

Estuviste en Altair? Yo también estudié en Altair, vivo muy cerca de hecho. Acojonante! Gregorio, me asustan estas casualidades.

Altair tiene sus cosas buenas (educación esmerada y personal, atención al alumnado, buen ambiente) y sus cosas malas (ausencia de alumnas, algunos profesores que siguen porque no pueden echarlos...) y a pesar de todo estoy orgulloso de lo que aprendí allí dentro. Es verdad que la religión lo impregna todo en el colegio (sacerdotes que te sacan a confesar o a charlar, misas, clases de religión) pero creo que, al menos en mi época, la religión estaba en su justa medida y siempre te daban la posibilidad de no participar en esos actos. De hecho, en la ficha de inscripción del colegio hay recuadros para rellenar por si eres creyente de otra religión, lo cual no impide la entrada en el colegio.

Por eso te digo que en mi época ese tema estaba más controlado. Mi experiencia dentro ha sido buenísima, de hecho, muchas veces la echo de menos. Si tuviera un hijo y todo siguiera tal y como yo lo viví, lo metería allí , sin dudarlo.

Gregorio Verdugo dijo...

Pues sí, Pablo, estuve en Altair. Yo también vivo muy cerca. Y estuve en la época dura del Opus Dei, pero no puedo decir que no fueron respetuosos conmigo. Me salí porque no iba con mi forma de ser ni con mis ideales, pero guardo un buen recuerdo, porque todo se vivía como una experiencia y no puedo decir que fuese desagradable, sino que no concordaba con lo que yo quería por aquel entonces. Lo que más me jode del Opus Dei es su postura como institución, en lo personal incluso tengo algún que otro amigo que sigue dentro de la obra sin ningún problema.
Un saludo.

Anónimo dijo...

yo tambien estoy totalmente de acuerdo con Miguel.

la enseñanza debe educar en la objetividad y la igualdad, la religión es subjetiva y excluyente así que no sé que pinta en un sistema de enseñanza laíco.

Como tampoco entiendo xq tengo que pagar con mis impuestos algo fuera de la ley y la constitución.

besos

Gregorio Verdugo dijo...

gracias, sinsol, seguramente sería lo mejor, apartar la religión y las creencias de la educación. Yo al menos así lo pienso, otra cosa distinta es lo que las creencias particulares de cada educador puedan influir en la educación de los niños. Pero esto ha sido así desde siempre y apenas ha supuesto problemas.

B. dijo...

Puedo entender que ya que vivimos en una sociedad que clama una mayor laicidad en todos los ámbitos, algo que en parte (solo en parte) ya defiende la Constitución, y por tanto se pida con razón la exclusión de la asignatura de Religión de las escuelas.

Sin embargo, cambiar esa asignatura por Ciudadanía no termina de convencerme.

Mi experiencia personal (colegio Altair) fue que a pesar de ser un centro del OPUS (con todo lo que conlleva) me enseñaron a conocer y respetar otras culturas/religiones (curiosa ruptura del mito).

Creo que para que Religión abandone la Escuela es necesario, primero, una opción interesante que cubra esta pérdida. Ya sea con horas de Filosofía (sin duda, un pilar básico en la Enseñanza y bastante alejado de las dudas que tienen algunos sectores por la manipulación ideológica de sus hijos) y con la oportunidad de que los propios padres y alumnos sean los que puedan elegir si quieren que sus hijos den clase de Religión o de Filosofía.

Creo que sería lo mejor. De esa manera se contentaría a ese sector de la población que quiere Religión en la Escuela y al otro sector que quiere una educación más centrada en otro tipo de valores (la ciudadanía hunde sus raíces en la filosofía clásica, por qué no ir dando esos contenidos clásicos a los niños desde la infancia)

En fin, cómo lo véis vosotros? Yo creo que en un punto intermedio puede estar el acuerdo.

Gregorio Verdugo dijo...

A mí me parece que la religión pertenece a la esfera privada del ser humano. Es necesario que haya la suficiente libertad como para que cada cual pueda practicar sus creencias religiosas, sean éstas las que sean, pero siempre en la esfera privada de la persona. La Constitución garantiza esa libertad de creencias. Sigo sin verla en el ámbito educacional y menos como enseñanza obligatoria. Creo que la educación tiene otras muchas carencias más importantes que subsanar. Y continúo sin entender ese afán de la iglesia por invadir la vida pública, es contradictorio hasta con sus propias enseñanzas.
La educación pública tiene que garantizar una enseñanaza de calidad en unos mínimos comunes a todos, luego que cada padre pueda escoger dónde y con qué refuerza la educación de sus hijos. Pero el dinero público ha de ser para reforzar esa enseñanza común con el máximo de calidad posible.
Así al menos lo veo yo.

harris dijo...

La solucion no es erradicar la religion de los colegios. En la enseñanza publica es totalmente legitimo que los padres eligan una educacion religiosa para sus hijos por una razon: la Constitucion reconoce el derecho FUNDAMENTAL a la libertad ideologica y religiosa, de esta manera, si existe dicha libertad: ¿por qué no puedo elegir religion para mi hijo porque considero que es importante para su formación y no tengo suficiente dinero para costearme un colegio privado? La Constitucion reconoce también la "libertad de culto", de manera que la religion puede expresarse públicamente mientras no cause una alteracion grave del orden publico pudiendo causar un daño a las personas. La practica de la religion solamente en la esfera privada tiene, evidentemente, muchas lagunas (una mujer no se podría poner un burka por la calle por ejemplo)El tema del proselitismo es mucho mas delicado. La Constitucion contempla dos tipos de proselitismo: ilicito y el licito. El ilicito es aquel mediante el cual se utilizan medios que coaccionan o condicionan la voluntad del sujeto. Estudie en Tabladilla, he frecuentado algun centro de la obra para estudiar y si le dices al cura o a los numerarios que te dejen en paz, te dejan. Los impuestos se utilizan para muchas cosas que por ejemplo a mi no me gustan que se utilice pero comprendo que uno no puede elgir hacia donde va su dinero. Terminar diciendo que Educación de la Ciudadanía me parece una asignatura que si educa a los niños en los valores democraticos y derechos humanos estoy totalmente de acuerdo en que se imparta. Pero si invade el ambito educacional que corresponde a los padres...no es valida ni para mi, ni para la Constitución

Gregorio Verdugo dijo...

Harris, que una cosa venga recogida en la Constitución no quiere decir que no sea errónea, sólo que es legal.
Convendrás consmigo que, en ese caso, habría que habilitar colegios que impartieran la enseñanza de todas y cada una de las religiones que practiquen los padres, amen de aquellos que no impartieran ninguna de ellas, porque también hay padres que no quieren.
Me parece que ése no es el problema de nuestro sistema educativo, no supone nada en cuanto a incrementar la calidad de la enseñanza y hace referencia a una vieja cuita de nuestra sociedad y es que somos tendentes a pensar que a los hijos se los educa en los colegios y no es así.
Defiendo lo del ámbito privado porque es una responsabilidad de los padres y tienen la obligación de ejercerla.
Mi padre, por ejemplo, no pudo elegir, por lo que la cuestión de mi educación fuera del ámbito familiar no es discutible.
Los padres de hoy sí pueden hacerlo, por el momento, aunque no todos.
Y sí, las creencias religiosas pertenecen al ámbito de la privacidad de la persona, como las políticas y morales. Y es ahí donde se debe ejercer ese tipo de educación.