El diario Qué, el gratuito de Vocento, prepara un expediente de regulación de empleo (ERE). Hasta aquí la noticia, que ya antes se había difundido como un rumor.
Pero lo que más me sorprende es que en la redacción de la misma se informa “los directivos del periódico ya han comunicado a sus trabajadores que el proceso es una realidad y los han instado a organizarse para tener representación sindical con la cual la empresa pueda negociar los términos del recorte de plantilla”.
Llevo veintiocho años trabajando en la misma empresa y jamás se me hubiera pasado por la cabeza estar un solo día sin afiliación.
En el mundo laboral actual, no pertenecer a un sindicato es como enfrentarte en solitario al ejército más poderoso del globo. Como perderte en mitad de un desierto sin brújula ni agua.
Ya sé que hay una corriente de opinión generalizada, sobre todo entre los más jóvenes, de que afiliarse a las organizaciones políticas o sindicales no sirve para nada, que son monstruos burocráticos que se mueven sólo por sus propios intereses. Pero luego, cuando se producen situaciones como estas, es cuando de verdad se sabe la utilidad que tiene la unidad de los trabajadores de cara a la defensa de sus intereses.
Resulta cuanto menos curioso que sean los directivos y empresarios quienes estén interesados en que los trabajadores tengan representación sindical. La negociación de un ERE no es moco de pavo, hacerlo de manera individual es muy problemático y además sale carísimo. Es mucho más operativo tramitarlo mediante la negociación colectiva.
Me pregunto si, durante todo este tiempo que han estado prestando servicio en la cabecera, los directivos y propietarios los han instado a lo mismo en otras cuestiones menores como el aumento salarial o la mejora de las condiciones laborales, por ejemplo.
¿Cómo pueden pasar estas cosas con la que está cayendo?
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