Recordaba el otro día Mario Tascón a los editores de papel, en un excelente post publicado en el blog elpuntoes (ABC), la función de los “índices”, aquellos libros diferentes que servían para indexar los títulos que se publicaban en los tiempos de los inicios de la imprenta, en referencia a las acusaciones vertidas sobre Google de aprovecharse del trabajo de los editores de contenidos.
Desde los comienzos de su historia, el periodismo ha sido objeto de deseo de los diferentes poderes que se han alternado durante la evolución histórica de la humanidad.
Ya los Estados absolutitas se dieron cuenta del potencial de control y difusión del poder establecido inherente a la publicación de noticias y arbitraron concesiones, censuras previas, leyes punitivas para quienes se saltaran a la torera dichas normas y, lo más importante, su poderío como herramienta propagandística del régimen al mando.
Esta lacra que se ha adherido al periodismo desde su nacimiento, no se puede afirmar que haya desaparecido totalmente todavía, y ha sido la causante de la falta de credibilidad que la profesión periodística ha ido acumulando y arrastrando a lo largo de los siglos hasta nuestros días.
Los Estados totalitarios de principios del XX adoptaron estas mismas prerrogativas y las desarrollaron hasta sus límites más extremos. En lo que conocemos como Estado moderno o Estado liberal, la figura del rey o del dictador fue cambiada por el poder del dinero, pero las prácticas fueron, si no las mismas, muy parecidas y de consecuencias similares.
Así hemos alcanzando los tiempos actuales, donde además de la sumisión más que frecuente a los intereses del poder de turno, los medios se ven sometidos al poder de los anunciantes y obligados a perpetuar sus intereses por encima de los del lector, con tal de no perder su porción de la tarta económica. Poderoso caballero don dinero.
La aparición de Internet vino a poner un poco de luz en todo esto y, de paso, a convertirse en la esperanza más firme de que este paradigma atávico pueda cambiar alguna vez.
Al igual que la imprenta en su época, Internet se ha convertido en el catalizador del cambio en la esfera de la comunicación social. Es el elemento democratizador por excelencia de la información. Convivirá durante mucho tiempo con los medios tradicionales, al igual que convivió la imprenta con las noticias manuscritas de entonces. Pero la revolución que ha supuesto la aparición de Internet es imparable.
Quizá por ello los medios se quejen ahora de que Google se aproveche del trabajo de los editores de contenido para amasar parte de su fortuna, a costa de ”las inversiones en tecnología y capital humano” de los primeros.
Pero como Mario Tascón explica con claridad en su artículo, esta queja tiene muy poco que ver con la propiedad intelectual, sino con el mal que viene aquejando a la prensa casi desde sus comienzos: el dinero.
Y Google no deja de ser en esta historia más que un gigantesco sistema de distribución digital, un gran kiosco pero no un periódico.
Porque Internet puede ser una puerta para que el periodista se exprese sin censura y su utilización sólo depende de la capacidad de adaptación de este al medio.
Porque no hay mentira más cimentada que no querer ver la verdad, por muy dura que esta sea.
05 agosto 2008
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