Sus eminencias andan preocupadas. Los secretarios generales de más de treinta Conferencias Episcopales de Europa, en su encuentro anual celebrado en Covadonga, han mostrado su preocupación por lo que han calificado como “el avance de un humanismo agresivo y un ateísmo militante, poco comprensivo con las raíces cristianas” de Europa.
Tras el encuentro, que se celebró con motivo del Año Jubilar de la Santa Cruz, Juan Antonio Martínez Camino, secretario general del Episcopado español y obispo auxiliar de Madrid manifestó que estas hordas de bárbaros incrédulos provocan “un vacío de esperanza y una falta de amor a la vida” y advirtió que “hay que estar alertas” ante ese “humanismo recortado y peligroso” que está “sostenido por minorías muy influyentes, tanto en la política como en la opinión pública”.
También se quejó monseñor de “la tentación de dar carta de naturaleza legal para atentar contra la vida de los hijos” mediante el aborto o “de la vida doliente” a través de la eutanasia. Y se atrevió a sentenciar, sin que se le desprendiera la mitra, que “esta falta de amor a la vida también se percibe en la disminución de la población europea, en la que cada vez hay menos hijos debido a los millones de abortos que se producen”. Toma ya.
Me permito instar a su eminencia, el señor Martínez Camino, a que profundice en la cuestión un poco más y, además de la ya tradicional separación de la Iglesia con respecto a la sociedad a la que pretende guiar, se pregunte si no tendrá que ver algo también en la disminución de la natalidad comportamientos como el del cura de Peñarroya, incomprensiblemente en libertad desde hace unos días, y el abominable apoyó que la Iglesia le ha prestado, a pesar de estar sentenciado en firme por el abuso sexual de seis niñas de entre 8 y 10 años.
01 julio 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario