El Partido Popular y el PSOE en Andalucía andan a la caza y captura del voto andalucista, una vez puesta de manifiesto la casi extinción del Partido Andalucista y sus coaligados del mapa político andaluz tras las últimas elecciones generales y autonómicas.
Ambos llevarán a sus congresos regionales y provinciales enmiendas y propuestas en este sentido, elaboradas para hacer un guiño a los hasta ahora votantes andalucistas. En el PSOE incluso se ha llegado a proponer a Blas Infante como figura de referencia.
No me extraña tanto en el caso del Partido Popular, que ya obtuvo buena parte de esos réditos en las pasadas elecciones generales y autonómicas y de ahí su incremento de votantes. De no ser así, la cabeza nívea de Javier Arenas ya habría rodado hace unos meses. Sólo hay que repasar la reciente historia del Partido Andalucista para concluir que el Partido Popular es el heredero natural de esa corriente política.
Los tejemanejes de Alejandro Rojas Marcos con la UCD de Adolfo Suárez, cuando intentó hacer el trueque del Estatuto de Autonomía a través del artículo 143 de la Constitución Española en vez del 151, a cambió de un grupo parlamentario propio, son una buena prueba de ello. Sólo una masiva movilización del pueblo andaluz reclamando sus derechos históricos fue capaz de frenar la ambición y la política de pasillos del dirigente andaluz.
Eso sin mencionar la cantidad de veces que mercadeó con los votos en el Ayuntamiento de Sevilla para favorecer la llegada a la alcaldía del candidato popular, prueba de ello es que fue el Alcalde de la Expo 92. Y es que el andalucismo que ha pregonado a lo largo de su corta historia el Partido Andalucista nada tiene que ver con el que defendió en su día el propio Blas Infante, de quien intentaron apropiarse como símbolo meramente decorativo, tirando a la cuneta sus ideas más a la izquierda.
Los constantes enfrentamientos que Rojas Marcos mantuvo con Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, y que llevaron a una primera ruptura del partido, son otra buena prueba de la ambigüedad del nacionalismo andaluz.
Me extraña mucho más en el PSOE, partido que ha ganado sin dificultad todas las elecciones autonómicas celebradas hasta ahora y con una honda tradición histórica en esta tierra. El otro día me manifestó un viejo y prestigioso militante socialista de Sevilla su contrariedad por este asunto.
-Somos socialistas y andaluces- me dijo.
El debate que se planteará en el congreso regional versará sobre el “andalucismo reformador” y causa cierta aspereza a los militantes con solera, que ven en esta maniobra una posible “derechización” del partido y un abandono de ciertos principios históricos. “Nosotros somos un socialismo transformador”, me argumentaba mi contertulio, “tenemos una visión federal del país, nada que ver con los nacionalismos”.
Y no creo que le falte mucha razón. El andaluz es tradicionalmente integrador. Cuando el Partido Andalucista abrazó alguna vez posturas cercanas a la autodeterminación en sus postulados lo notó considerablemente en los resultados electorales.
Ahora, ese espacio lo intentan cerrar los dos grandes partidos, para evitar que otra fuerza política pueda ocuparlo en un futuro. Pero al PSOE no se le puede olvidar que en aquellos lugares donde el partido está impregnado de un marcado carácter nacionalista son los que más problemas le causan a la hora de hacer política a nivel de Estado.
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