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02 mayo 2008

La Europa del malestar

Ayer se celebró el Día Internacional de los Trabajadores, una jornada tradicionalmente de fuerte carácter reivindicativo, que ha tomado cierto tinte festivo que la hace más descafeinada cada año, como si no hubiese nada que reivindicar. Sin embargo, esta Europa del bienestar que nos han vendido hace aguas por todas partes y, de seguir así la cosa, pronto se convertirá en la Europa del malestar.

El bienestar de la clase media europea se ha convertido en estrechez, hay quien opina que es de extrañar que no se haya comenzado ninguna revuelta. Pero lo cierto es que algo se está moviendo, porque la situación roza ya lo insufrible. El sueño europeo está bajo asalto por una ola de inflación que parece no tener fin y el largo estancamiento de los salarios. Las familias se ven obligadas a ahorrar para satisfacer las necesidades básicas y a reducir drásticamente las prestaciones extraordinarias. Por lo general, es el ocio y el divertimento el que se lleva la peor parte.

En Francia subió el precio del pan por tercera vez en seis meses, por no hablar del coste de los carburantes, y parece que nadie quiere acordarse de que la Revolución Francesa comenzó con problemas con el pan. Tan sólo durante el último año, los precios han crecido cuatro veces por encima de los salarios.

En Alemania, la economía más potente de Europa, un estudio del Instituto Alemán de Investigación Económica de Berlín ha confirmado que los trabajadores que gozan del 70 al 150 por ciento de la renta media se han reducido a un 54% de la población el año pasado, frente al 62% del año anterior.

El riesgo de que aumente el número de personas que pueden caer en la pobreza es alarmante, porque si el salario no aumenta como los productos que necesitas a diario para subsistir, es inevitable que te sientas cada día un poco más pobre.

En Gran Bretaña los profesores han cerrado por primera vez las escuelas en dos décadas en protesta por la insuficiencia de sus subidas salariales para hacer frente a la inflación. Lo mismo ha ocurrido con los trabajadores alemanes de las industrias más potentes del país. En Francia, según las últimas encuestas, el poder adquisitivo ha pasado a ser la preocupación número uno de la población, sobrepasando con creces al desempleo, y la protesta se ha adueñado de las calles. El mes pasado miles de trabajadores europeos convergieron en la capital de Eslovenia, sede de la Presidencia rotativa de la Unión Europea, en protesta por la escalada inflacionista y la congelación salarial.

Los precios han aumentado un 22,5% desde 1999 en los 27 Estados miembros y el 18,8% en los quince que utilizan el euro. Los últimos datos indican que desde de 2004 la inflación ha superado el aumento de los ingresos de la familia media y que el gasto en ocio y divertimiento cayó un 5,5%.

La gente sobrevive con inventiva, reduciendo las compras de pescado a una vez a la semana, pasándose a las marcas de los supermercados, vacacionando en campings en lugar de hoteles, o adquiriendo las ropas en mercadillos en vez de tiendas de moda, pero el aguante no será ilimitado y, aún así, la situación no mejora.

Los gobiernos prometen bajar los impuestos y adoptar medidas de socorro, pero su capacidad para frenar la inflación o aumentar los salarios es limitada y, tal vez, las medidas adoptadas no sean suficientes. Mientras tanto, a quienes vivimos de la estrechez de un sueldo no nos quedará otra que luchar e impedir que algo tan anhelado como el Estado del bienestar se nos venga abajo.

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