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19 mayo 2008

El traficante de armas que no había leído a Shakespeare

Tareq Mousa al-Ghazi, un traficante de armas sirio de 62 años, vendía baratijas religiosas en la calle, junto a su esposa Amal, en el sur del Líbano en la primavera de 2005. Una mañana se le acercó un hombre que se presentó como “un rico hombre de negocios”. El tipo iba bien vestido, con ropas caras, y fumaba un cigarro puro.

El hombre le confesó que tenía contactos en el Frente de Liberación de Palestina, grupo terrorista en el que el Ghazi militó una vez. Lo que no sospechó el sirio fue que su contacto era un agente encubierto de la DEA conocido como Samir.

Durante meses Samir y Ghazi se vieron en restaurantes y el agente comenzó a recopilar información del sirio. Así se enteró de que Ghazi había ayudado a Abu Abbas, líder del Frente de Liberación de Palestina, a escapar en un avión privado de Yugoslavia después de que el grupo secuestrase al crucero italiano Achille Lauro en 1985. O que, en colaboración con un socio, habían planeado el asesinato del presidente de Egipto, Anwar el-Sadat en Costa de Marfil.

Continuando con su plan, Samir ofreció al sirio la venta de mil fusiles a un cliente en Costa de Marfil, sugiriéndole que Monzer al-Kassar, su principal objetivo en la investigación, podía participar en el negocio. El sirio negó que fuese amigo de al-Kassar y manifestó que no tenía intención de volver a hacer negocios con él nunca más, pero ante la insistencia de Samir se puso en contacto con al-Kassar y los tres se reunieron en diciembre de 2006 en el sur del Líbano.

Monzer al-Kassar, que vivió durante muchos años plácidamente en un palacio de verano que poseía en Marbella, fue detenido por primera vez en los años sesenta por un robo de automóviles en Siria. A partir de ahí, su carrera delictiva fue en aumento, hasta convertirse en uno de los hombres más buscados del mundo. Fue traficante de hachís y se dedicó al tráfico de armas en Nicaragua, Brasil, Chipre, Bosnia, Croacia, Somalia e Irán. En 1995 fue juzgado y absuelto en España por cargos relacionados con el secuestro del Achille Lauro y cinco años más tarde se vio envuelto en Argentina en un asunto de falsificación de pasaportes.

Antes de la invasión americana de Iraq, vendió anteojos de visión nocturna y chalecos antibalas al ejército de Sadam y él mismo ayudó a Sadam Hussein a sacar del país casi mil millones de dólares en un avión privado justo antes de que comenzara la guerra.

La relación de Ghazi y al-Kassar había comenzado 20 años antes, en una casa de seguridad polaca allá por la década de los ochenta y continuó mediante operaciones de tráfico de armas en Hungría, la República Checa y Yemen, muchas de ellas en nombre de grupos terroristas.

Dos meses después del encuentro en Líbano, se volvieron a reunir en la villa mediterránea color de arena de al-Kassar. Esta vez Samir acudió con dos supuestos socios, agentes encubiertos también, que se hicieron pasar por miembros de las FARC colombianas.

En aquella reunión se cuajó la operación que serviría para la detención posterior de al-Kassar y Ghazi. Las armas se enviaron a través de un capitán de barco griego, Kristos, que había trabajado para al-Kassar durante casi 30 años sin ser detenido jamás. Se acordó un precio de 9 millones de dólares por la operación y al-Kassar ofreció además mil de sus hombres para ayudar a las FARC “en su lucha contra los Estados Unidos en Colombia”.

Al mes siguiente, se volvieron a reunir en Marbella, esta vez junto al contable de al-Kassar, Luis Felipe Moreno Godoy, donde los agentes encubiertos le hicieron una transferencia de 400.000 dólares desde una cuenta secreta de la DEA en Nueva York. Al-Kassar comentó a los agentes que el barco llevaría una cubierta de carga de azúcar que contendría algo de cocaína para hacer algún dinero extra en la operación.

El resto del pago se efectuaría en un hotel de Bucarest, donde se reunieron Ghazi, Moreno y uno de los agentes encubiertos, mientras al-Kassar se encontraba en Madrid con el otro, que debía entregarle cinco millones de dólares.

El día 7 de junio fueron todos detenidos. Monzer al-Kassar, arrestado en el Aeropuerto Internacional de Barajas, permanece en España a la espera de la extradición para ser juzgado en los Estados Unidos. Ghazi y Moreno fueron trasladados en un avión del gobierno desde Bucarest a Nueva York, donde están siendo procesados por los tribunales federales de Manhattan.

Durante el vuelo, Ghazi preguntó al agente que lo custodiaba por qué había sido detenido. El agente le contestó que por sus manejos con al-Kassar y el sirio le dijo que hacía casi una década que no tenía tratos con él. Entonces el agente le preguntó que si había leído a Shakespeare. Ghazi se quedó atónito, sin comprender nada, y el agente le citó la frase de Marco Antonio en “Julio César”: “El mal que hacen los hombres les sobrevive”.

Vía | The New York Times

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