No debe resultar agradable que, tras administrar los excesos de la noche de fin de año con cautela y pegarte el madrugón el primer día del año nuevo, con la sana intención de practicar tu pasión más excitante y elevarte sobre los árboles y los montes, cual ave migratoria, aferrado al triángulo metálico de tu parapente, vislumbres a vista de pájaro el cuerpo desnudo y sin vida de una joven de 22 años, fundido en un abrazo de muerte a la cima de una montaña.
Es lo que le ha ocurrido esta misma mañana al parapentista que ha descubierto el cadáver de María Dolores Yeste Herrera, la chica de 22 años que desapareció el día de Navidad en Agost, Alicante.
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