-Los tíos esos de la FEANTSA son unos engaña bobos.- dijo sin dejar de observarme.
Yo transitaba la avenida tirando del carro cargado de embalajes vacíos y hierros oxidados y el individuo caminaba a mi lado, en paralelo, con un periódico doblado en una mano y aspirando con ansiedad neurótica un cigarrillo, mientras examinaba con detenimiento cualquier gesto que de mí proviniese.
-¿Le ocurre algo?- pregunté.
-Sólo le observo para constatar la mentira.- respondió
-¿Qué mentira?-
-En la que nos hacen vivir permanentemente los periódicos.-
Lo tomé por desequilibrado y continué mi marcha, pero el tipo insistía en su caminar gemelo, como el sidecar de una motocicleta, con mi mismo paso cansino y arrastrando con ligereza los pies.
-Según ellos, usted ya debería llevar veinte años muerto, por lo menos.-
-¿Cómo dice?-
Se detuvo delante de mí y comenzó una perorata ininteligible de números y cifras, que bailaron alrededor de mi cabeza una danza macabra durante un buen rato.
A resultas de ella, me enteré de que somos alrededor de trescientos mil las personas indigentes y sin techo que pululamos las calles cenicientas de este país y que, por no tener, carecemos incluso del derecho a la salud y, cómo no, a la vivienda.
El colectivo ha enriquecido engrosado sus filas con la aportación de las mujeres, los jóvenes y los inmigrantes, que han incrementado su número de manera considerable, y ha aumentado de manera notable su nivel educativo, ya que casi una tercera parte tiene estudios secundarios.
Más de la mitad admitimos algún tipo de consumo, -me imagino que yo coparé una buena porción del mismo-, sin embargo, el resto no bebe nada de alcohol y en general, el colectivo no es tan diferente al grueso “normal” de la sociedad, ya que la línea de tendencias, sobre todo en lo referente a la adicción a las drogas, es prácticamente la misma. Somos pues un fiel reflejo de la gente que nos margina.
El tipo me soltaba datos como si fuera el teletipo de una agencia de noticias, proporcionándome detalles desconocidos que capturaban mi atención nada más salir de su boca. Pero lo que más me sorprendió fue cuando me dijo que yo era anacrónico, como viejo desaliñado y borracho con cierto gusto por dormir al raso.
-Oiga, sin insultar.-
-Es cierto, amigo, es usted un tópico andante según estos señores.-
Fue entonces cuando me regaló el periódico, abierto por la página donde se reflejaba al artículo del que había sacado toda la palabrería que me había soltado en aluvión.
Tras corroborar todo lo que me había contado, quedé pensativo y absorto bajo la mirada del extraño interlocutor, digiriendo con paciencia el batiburrillo estadístico y contemplando el paso de la vida a mí alrededor.
-¿Le ocurre algo?- me preguntó extrañado.
-Nada, que tiene usted razón. -respondí- Estos de los periódicos son unos mentirosos.-
-Ya le decía yo.-
-Si fuese verdad que somos tantos, tenga por seguro que ya habrían soltado al mata mendigos para aligerar la población.-
Yo transitaba la avenida tirando del carro cargado de embalajes vacíos y hierros oxidados y el individuo caminaba a mi lado, en paralelo, con un periódico doblado en una mano y aspirando con ansiedad neurótica un cigarrillo, mientras examinaba con detenimiento cualquier gesto que de mí proviniese.
-¿Le ocurre algo?- pregunté.
-Sólo le observo para constatar la mentira.- respondió
-¿Qué mentira?-
-En la que nos hacen vivir permanentemente los periódicos.-
Lo tomé por desequilibrado y continué mi marcha, pero el tipo insistía en su caminar gemelo, como el sidecar de una motocicleta, con mi mismo paso cansino y arrastrando con ligereza los pies.
-Según ellos, usted ya debería llevar veinte años muerto, por lo menos.-
-¿Cómo dice?-
Se detuvo delante de mí y comenzó una perorata ininteligible de números y cifras, que bailaron alrededor de mi cabeza una danza macabra durante un buen rato.
A resultas de ella, me enteré de que somos alrededor de trescientos mil las personas indigentes y sin techo que pululamos las calles cenicientas de este país y que, por no tener, carecemos incluso del derecho a la salud y, cómo no, a la vivienda.
El colectivo ha enriquecido engrosado sus filas con la aportación de las mujeres, los jóvenes y los inmigrantes, que han incrementado su número de manera considerable, y ha aumentado de manera notable su nivel educativo, ya que casi una tercera parte tiene estudios secundarios.
Más de la mitad admitimos algún tipo de consumo, -me imagino que yo coparé una buena porción del mismo-, sin embargo, el resto no bebe nada de alcohol y en general, el colectivo no es tan diferente al grueso “normal” de la sociedad, ya que la línea de tendencias, sobre todo en lo referente a la adicción a las drogas, es prácticamente la misma. Somos pues un fiel reflejo de la gente que nos margina.
El tipo me soltaba datos como si fuera el teletipo de una agencia de noticias, proporcionándome detalles desconocidos que capturaban mi atención nada más salir de su boca. Pero lo que más me sorprendió fue cuando me dijo que yo era anacrónico, como viejo desaliñado y borracho con cierto gusto por dormir al raso.
-Oiga, sin insultar.-
-Es cierto, amigo, es usted un tópico andante según estos señores.-
Fue entonces cuando me regaló el periódico, abierto por la página donde se reflejaba al artículo del que había sacado toda la palabrería que me había soltado en aluvión.
Tras corroborar todo lo que me había contado, quedé pensativo y absorto bajo la mirada del extraño interlocutor, digiriendo con paciencia el batiburrillo estadístico y contemplando el paso de la vida a mí alrededor.
-¿Le ocurre algo?- me preguntó extrañado.
-Nada, que tiene usted razón. -respondí- Estos de los periódicos son unos mentirosos.-
-Ya le decía yo.-
-Si fuese verdad que somos tantos, tenga por seguro que ya habrían soltado al mata mendigos para aligerar la población.-
4 comentarios:
Perdón por el retraso.
has entrado alguna vez en el departamento de redacción,archivos y documentación de algún periódico? allí hay mucho papel en las papeleras. Y del que pesa bien!
No hay tiempo para buscar información en esas redacciones, y eso además les puede llevar a publicar cosas que resultaría que no " las calculadas como correctas", la verdad está en las calles y ahí debe continuar!
Besos entre mis papeles...
HOLA,no hay profesion que valore menos en este pais que el de periodista,una profesion que a mi entender deberia de ser VOCACIONAL ,y que teniendo una gran fuerza social debiera de servir para denunciar y ayudar a la sociedad,pero por desgracia solo tenemos copiadores de notizuelas,y adornadores de notizuchas insulsas y vanales.
!!!LEGALIZACION DE LA MARIHUANA YA !!!
El periodismo ha de enfrentar a grandes cambios en los próximos tiempos. Todos vamos a pasar a formar parte de él, seremos fuentes de noticias y hasta productores de las mismas. Espero que sepamos entre todos ejercer esa responsabilidad, para que el periodismo sea lo que debe ser, un referente en la transformación de la sociedad para mejor. En esa labor os espero y cuento con vosotros.
Un saludo.
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