Una huelga siempre tiene dos caras, las mismas que versiones. La más difundida es, sin duda, la reflejada en los titulares de los medios de comunicación de masas, donde la gran mayoría de ellas apenas encuentra eco. La otra, la cara y la versión más ocultas, es la de los protagonistas directos, porque detrás de cada huelga subyace un problema en esencia humano, además de un derecho constitucional que raras veces se respeta como tal.
Nos solemos quejar y cuestionar la huelga cuando la padecemos en nuestras carnes, sin embargo nos olvidamos con demasiada facilidad de la obligación de defender un derecho fundamental de la norma que nos hemos impuesto entre todos para poder convivir.
Tal vez por ello, me gusta sumergirme en el otro lado del espejo, allí donde rara vez nadie bucea, en el reflejo de la noticia en la piel de los protagonistas.
Cada huelga conlleva siempre un drama humano detrás, una serie de sucesivas casualidades que se superponen en el tiempo y se manifiestan al unísono y tienen una voz propia distinguible que yo procuro oír.
La huelga de los trabajadores de la limpieza del Metro de Madrid es una de ellas. Por su impacto social, está gozando de más gloria de cobertura que lo habitual, no obstante existe la versión entre líneas, la historia jamás contada de cómo sus actores viven la aventura de la huelga, su implicación y su manera de ver el conflicto.
Ofrezco aquí el enlace de una página que aporta un punto de vista sobre ese lado de la huelga: Kaosenlared.net
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