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20 diciembre 2007

El arte de escribir una gran historia


Las historias a veces dicen más por lo que callan que por lo que cuentan. Una historia tiene dos cauces paralelos y complementarios: el que marca el flujo incontenible de los vocablos sucediéndose hasta otorgarle forma y otro, casi subterráneo, el de la cascada inagotable de sensaciones que va sugestionando al lector hasta hacerlo cómplice y partícipe de manera que la sienta como suya, como si la hubiese vivido en sus propias carnes. Cuando ambas circunstancias se dan entonces podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estamos ante una gran historia.

Es lo que me sucedió cuando arribó a la pantalla de mi ordenador “El hombre que una vez trató bien a una mujer”, una magnífica historia relatada con maestría por el periodista Javier Ortiz. También los vagabundos sabemos tener corazón.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

jolín Jack..!
Una mujer, como una flor, puede consumirse si no recibe la proporción de agua y luz necesarias. Para mantenerla abierta, ofreciendo su perfume, necesita que se porten bien con ella. Pero las decisiones nunca deben ser unilaterales, deben ser tomadas serenamente, como las toma la naturaleza, es decir, siempre siendo conscientes del paso siguiente.
Precioso enlace el que nos ofreces hoy, estoy muy sensible y se agradece leer ...
Besos de navidad para un indigente!

Gregorio Verdugo dijo...

Me alegro que te guste, la verdad que es muy significativo y poco habitual que alguien diga tanto de una manera tan sencilla y tan especial a la vez.
Besos de navidad para ti también.

Anónimo dijo...

Puede que tratándola mal, dando una de cal y otra de arena, su amada no hubiera languidecido, y él no hubiera tenido que irse. No tendría historia que contar, pero tendría alguien a su lado dándole calor, un calor con cierto regusto a estafa, pero más cálido que los cartones de la caja de una lavadora.
Solamente algunos idiotas soñadores, enfermos o trastornados deciden descarrilar su vida cediendo el mando a las vísceras y no a la cabeza.

Actitudes como esa solo se valoran en los relatos, o en las películas; quizás en algunas personas por un período corto de tiempo. La realidad es fea y pragmática.

Hoy suena "the fool on the hill".

Os deseo una dosis de inconsciencia a todos.


Saludos.

Anónimo dijo...

Tiene razón LP,somos como un jardín que necesita cuidados continuamente para no languidecer y poder mostrar todo nuestro explendor...
Una historia preciosa Jack...
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Jack, gracias por traernos esta historia. Sólo me quedo con la duda de cómo asimiló su desaparición la mujer. ¿Fué ella más feliz a partir de entonces? ¿El consiguió, pues, su propósito?
Se tiene que amar mucho para conseguir anular el egoismo innato de todo ser humano.
No creo que las mujeres necesiten más mimos que los hombres, aunque ellos no lo reconocerían nunca.
Besos a tod@s.