Decía Ryszard Kapuscinsky que la muralla es el agujero negro por donde se fuga la energía del mundo. La muralla no sólo sirve para defenderse, al mismo tiempo es un eficaz elemento de control interior, y su peor característica es “que engendra en mucha gente la actitud de defensor de la muralla”, una forma de pensar peculiar que todo lo simplifica a una catalogación del mundo según se encuentre dentro o fuera de la misma.
Algo parecido a ese “síndrome de defensor de la muralla” debe ser lo que aqueja al alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, al llegarle la hora de afrontar su último año de mandato.
Con la ciudad al borde de la bancarrota y el peligro más que inminente de que se tengan que paralizar algunos de los grandes proyectos, el alcalde continúa preso de la megalomanía, ajeno por completo a la realidad y al clamor que le rodean.
Hay que reconocer que es de una habilidad extraña el sacar adelante cualquier proyecto y no contentar a nadie, lo que se ha implantado ya como marca de la casa en este sobrante tercer mandato de un alcalde que se agotó cuando resultó reelegido por segunda vez. No hay decisión en la que este hombre participe que no provoque de inmediato una oleada de protestas de colectivos y organizaciones tan diferentes entre sí como la noche y el día. Si esto es gobernar con la ciudad, no quiero ni imaginarme qué sería hacerlo sin contar con ella.
El proyecto de las setas de la Encarnación es un buen exponente de este estilo que marcará toda una época. En 2007, el secretario municipal ya informó al alcalde de la imposibilidad de continuar el proyecto. Sin embargo, Monteseirín optó por ignorar la recomendación y continuar adelante. Aquella decisión arbitraria les va a costar a los sevillanos treinta millones de euros más de los sesenta que se habían previsto. Para colmo, buena parte de los más de doscientos millones de euros que pagaron los empresarios para costear sistemas generales han ido a parar también a satisfacer la gula sin fin de un proyecto que amenaza con tragarse a toda Sevilla.
Pero la realidad que vive el alcalde no se sustenta sobre esas cifras que reflejan con fidelidad lo que está ocurriendo. Las cifras sobre las que él asienta su visión mágica de la ciudad son otras muy distintas, de procedencia onírica, y que ponen de manifiesto que Monteseirín no es de este mundo, sino de uno desconocido y extraño cuya procedencia sólo él conoce. Basta echar un vistazo a esta entrada de su blog para comprobarlo:
“Una vez que han concluido los trabajos de recubrimiento de madera de los 6 troncos de los parasoles del proyecto Metropol-Parasol, la atención de los técnicos, bajo la supervisión de la Delegación de Presidencia y Urbanismo, está centrada ahora en los trabajos previos de montaje de la copa del P2 que empleará más de 60 toneladas de madera y que comenzará a construirse a mediados de octubre. El último tronco en terminarse ha sido el que está ubicado en la propia plaza de La Encarnación, el P6, que en un futuro muy próximo se unirá con una pasarela aérea, también de madera, con el tronco P5 de 40 metros de longitud. Cada tronco ha requerido en torno a 60 piezas de madera, algunas de más de 4 toneladas de peso, que fueron trasladadas el pasado 9 de junio desde Alemania en transporte especial por carretera a razón de un camión por semana, es decir, 20 toneladas de madera repartidas en 10 piezas en cada transporte.”
Le basta la instalación de dos cámaras para seguir la evolución de las obras en directo –que por cierto, ya anunció hace bastante tiempo Alfonso Rodríguez Gómez de Celis en su blog cuando estuvo al frente de urbanismo– para perderse en la megalomanía de las toneladas infinitas de madera, las ciclópeas longitudes métricas de espacios cuadriculados, la multiplicación ininteligible de las piezas y los mega transportes de materiales desde Alemania hasta el sur atravesando toda Europa. Una fidedigna representación de la situación que atraviesa la ciudad.
Los millones de sobre coste tirados a la basura y entregados a una empresa, Sacyr, cuyo presidente atacó no hace mucho al PER argumentando que “fomenta la vagancia”, los informes contraproducentes del Comité Consultivo de Andalucía anunciando su inviabilidad y las numerosas críticas de colectivos, entidades y vecinos alarmados por el escandaloso descuadre de las cuentas, no tienen cabida en ese universo único en el que vive encapsulado tras la muralla infranqueable de sus sueños un alcalde, que se empeña en aumentar su lejanía de los ciudadanos a medida que se va acercando la hora del adiós.
Y todavía hay un hueco en sus ilusiones oníricas para el deseo de ser recordado. Ver para creer.
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