cabecera_tipográfica_trans

22 diciembre 2015

El éxito de Podemos en Sevilla capital cuestiona la estrategia de Participa


De los casi 29.000 votos obtenidos en la ciudad en las pasadas elecciones municipales, bajo la marca Participa Sevilla y en confluencia con algunos independientes procedentes de Ganemos, a los más de 81.000 conseguidos en las generales de hace dos días. 52.300 votos más y una subida de más de 11 puntos porcentuales. 



Es el análisis que ofrecen los datos obtenidos por Podemos en Sevilla capital, una subida espectacular que cuestiona seriamente la fórmula escogida para concurrir a las municipales y que casi con toda seguridad tendrá como consecuencia que la crisis entre el Comité Ciudadano sevillano y los miembros de la formación morada que integran la candidatura municipalista se agudice. De hecho, las dos concurrencias que ha vivido Podemos con marca propia ha obtenido unos resultados bastante más alentadores que la fórmula confluente.


Cabe recordar aquí que la formación morada se desvinculó desde el minuto uno de la plataforma municipalista, a pesar de que la apoyó durante la campaña electoral. Las diferencias internas sobre la manera de gestionar la representación obtenida propiciaron esa ruptura, que a día de hoy continúa. De hecho, el Comité Ciudadano de Podemos Sevilla ha efectuado hasta la fecha dos comunicados desvinculándose de la gestión llevada a cabo por los integrantes de Participa Sevilla. 

Fuentes muy cercanas a la dirección nacional del partido han manifestado su preocupación por la situación que se vive en la ciudad de Sevilla en el plano municipal, llegándola incluso a calificar como “nefasta”. A ello hay que sumarle las críticas procedentes de otras plataformas municipalistas de la provincia por su manera de actuar en la Diputación de Sevilla, donde la acusan de haber ignorado un supuesto acuerdo para compartir la representación en dicha institución.

También llama la atención el hecho de que la formación verde morada no pidiera el voto para Podemos en las generales hasta el día 18 de diciembre a las 19 horas, a poco más de un día para las votaciones. O que su portavoz, Susana Serrano, se ratifique en su apuesta por la confluencia con otras formaciones, en relación al éxito obtenido en Cataluña, tan sólo un día después de haber concluido las mismas. 

Tensiones que se han venido agravando desde la constitución del grupo municipal y que propiciaron que Podemos Sevilla optara abrir una línea de comunicación directa con el alcalde, desvinculándose así de la gestión del grupo municipal, y que muchos de los militantes de la formación morada cuestionen en las redes sociales la participación “ligth” de los integrantes de Participa Sevilla en la campaña electoral.

21 diciembre 2015

El centro derecha recupera terreno en Andalucía

No tengo muchas ganas de escribir sobre el tema, pero la conclusión tras un análisis de los datos obtenidos es ésa: el Partido Popular y Ciudadanos recuperan terreno en Andalucía si comparamos los resultados obtenidos por las distintas formaciones políticas obtenidos en las pasadas elecciones andaluzas y las generales celebradas ayer. Lo mismo puede decirse de los resultados que se han producido tanto en la provincia de Sevilla como en su capital. Os dejo los datos y unos gráficos para que cada cual haga su propia lectura.


07 diciembre 2015

La cortina de hierro

Todos los que hemos pasado por una facultad de periodismo sabemos de la importancia del arranque en cualquier pieza informativa. En él se condensa todo; el ritmo, el estilo, el corazón del texto que viene a continuación. Es como el termómetro, el indicador definitivo del conjunto final. De su acierto o no depende en buena medida el éxito de la comunicación.

Imaginad a un joven periodista de apenas 30 años —cualquier licenciado en la materia hoy en día apenas si ha podido desempeñar la profesión a cuyo estudio ha dedicado tantos años— al que encargan un viaje a la Europa del Este en la segunda mitad de los años 50 para que realice una crónica del mismo. Europa se encontraba entonces en el epicentro de la Guerra Fría, transcurridos poco más de diez años de la conclusión de una contienda que la había devastado hasta las entrañas y había dividido el mundo en dos grandes bloques antagónicos, dejando tras de sí millones de muertos y un amplio muestrario de las atrocidades de las que es capaz el ser humano. El encargo, desde luego, no podía ser más cabrón.

En esa situación se vio el joven Gabriel García Márquez en 1957, cuando inició su viaje de 90 días al otro lado del Telón de Acero. La encomienda corría de parte del diario El Espectador de Colombia para publicarlo por entregas, igual que había hecho antes con su incomparable Relato de un náufrago.

El marrón de arrancar un trabajo de tal envergadura —y, sobre todo, hacerlo bien— es acojonante. Puedes pasarte horas y días enteros revisando notas y recuerdos hasta fijar cuál es el punto idóneo para arrancar una historia de tanta complejidad. En ese proceso no pocas veces se roza el histerismo de la desesperación, puedo dar fe de ello. Pero cuando das con él, cuando lo vislumbras entre el amasijo de datos, declaraciones e impresiones que se amontonan en una infinidad de papeles desperdigados por la mesa de trabajo, es como si vieras el paraíso delante de ti. A partir de ahí, todo fluye, todo cuadra como en un puzle ensamblado por una mano divina, y llegar hasta el final de lo que quieres contar se convierte en un ejercicio placentero. Un orgasmo sin final de las palabras y las frases conjuntadas como si de un pequeño universo se tratara.

Este conflicto, que a tantos nos ha proporcionado innumerables dolores de cabeza, el joven Gabriel García Márquez lo solucionó así:

“La cortina de hierro no es una cortina ni es de hierro. Es una barrera de palo pintada de rojo y blanco como los anuncios de las peluquerías. Después de haber permanecido tres meses dentro de ella me doy cuenta de que era una falta de sentido común esperar que la cortina de hierro fuera realmente una cortina de hierro. Pero doce años de propaganda tenaz tienen más fuerza de convicción que todo el sistema filosófico. Veinticuatro horas diarias de literatura periodística terminan por derrotar el sentido común hasta el extremo de que uno tome las metáforas al pie de la letra”.

Ahí queda, escrito con simplicidad para quienes hayan olvidado aquella primera lección de las Facultades de Periodismo. Como dice mi amigo Juanjo Cerero, el que escribe bien sólo sabe escribir bien.

01 diciembre 2015

La metáfora fatal de Abengoa

“Abengoa está inventando en Sevilla la energía del futuro”. Lo decía a mediados de julio pasado el entonces consejero delegado de Abengoa, Santiago Seage, —hoy al frente de la filial Abengoa Yield Plc— en el Foro Tejiendo Industria, que organizaron el diario ABC y Cobre Las Cruces. Es eso precisamente lo que parece que peor ha tejido Abengoa; su futuro. Algo que indudablemente afectará y de una manera impactante a la comunidad en la que residimos y a esta ciudad. ¿Quién no tiene un familiar, un amigo, que no trabaje o haya trabajado en Abengoa?. Casi nadie. 

Con el escándalo de Abengoa está sucediendo lo mismo que describió Gabriel García Márquez con respecto a la propaganda que se realizaba durante la guerra fría sobre el telón de acero. “La cortina de hierro no es una cortina ni es de hierro. Es una barrera de palo pintada de rojo y blanco como los anuncios de las peluquerías”, escribía en uno de sus artículos. Y añadía más adelante: “Veinticuatro horas diarias de literatura periodística terminan por derrotar el sentido común hasta el extremo de que uno tome las metáforas al pie de la letra”.

Nos estamos tragando la metáfora tal cual, teledirigidos por unos medios que cuentan la parte de la historia que más le conviene según sus intereses más inmediatos, que no suelen coincidir nunca con los de servicio informativo. Aquí cada cual cuenta el relato según qué le vaya en ello, sin preocuparse de aportar datos que ayuden a articular y comprender la verdadera tragedia de rapiña y poder que subyace bajo el hundimiento de la emblemática empresa sevillana. 

La palabra mágica es salvavidas. Hay que encontrar uno con urgencia. Pero para salvar a quién, es lo que me pregunto. Nos venderán con grandes titulares que lo único que importa es el empleo, el bienestar de los miles de trabajadores que dependen de ella a lo largo y ancho del mundo. No es cierto, hay otros intereses más importantes por encima y uno de ellos es la vergüenza de estos políticos que han permitido —y algunos hasta colaborado y cobrado millonadas por ello— que se llegue a esta situación.

Ahora es como si nadie supiera hasta hace unos días lo que estaba ocurriendo en Abengoa, como si una crisis de tal magnitud hubiera estado sumergida a la realidad y su explosión los hubiera cogido a todos por sorpresa. Mentira. Los políticos, de todos los colores, sabían perfectamente lo que sucedía y continuaban regando con dinero público las arcas de una empresa gestionada desde la ética miserable de la codicia. Buena parte de ese dinero regresaba vía puerta giratoria al bolsillo de más de uno de ellos. Lo mismo ocurre con los sindicatos, para quienes los trabajadores de Abengoa y sus medievales condiciones de trabajo —denunciadas hasta la saciedad por muchos de los que las han sufrido— acaban de nacer estos días. 

No sólo la banca y el Gobierno regulador son los únicos culpables, sino todos aquellos que aportan su granito de arena para sustentar un sistema en el que una empresa sin las subvenciones y las adjudicaciones públicas prácticamente no tiene futuro y es inviable de partida (nada más que hay que leerse los sumarios de los más sonados casos de corrupción para comprobarlo). Todos los que a través de la política y sus bajos fondos han hecho que esta sociedad se sustente sobre un clientelismo miserable en beneficio unos cuantos privilegiados y sus intrincados aparatos de poder. Son ellos quienes tienen que mirarse ahora al ombligo ante una crisis de estas características. Porque el escenario que va a quedar tras la batalla va a ser horrible y las verdaderas víctimas no llevarán sus nombres, ni estarán tan bien arropados como ellos.

Por eso no me sorprende que se clame al cielo para que venga el dinero como sea, porque cualquiera que sea el método que utilicen lo vamos a acabar pagando todos de nuestros bolsillos y a quienes menos va a alcanzar será a los más débiles de esta tropelía. Por eso hay medios que no dudan ya en calificar la catástrofe “cuestión de Estado”, tras haberse llevado años alardeando de las bondades de Abengoa, y se quedan tan panchos sin que se les caiga la cara de vergüenza. Otros incluso miran para otro lado cuando se abordan las condiciones de trabajo de tanta gente o sitúan las numerosas denuncias en la leyenda del país de  nunca jamás sin ruborizarse.

Claro que es cuestión de Estado, de un Estado de Derecho que permite que se realicen este tipo de ejercicios de rapiña y ambición y que sus verdaderos culpables no sólo salgan indemnes, sino indemnizados con cantidades millonarias. Sin duda que lo es. Pero ninguno exige la depuración de responsabilidades de forma ejemplar en los tratamientos informativos que he visto sobre el asunto. Es más, parece como si quisieran hacernos creer que de un naufragio de esta envergadura —con tantos pasajeros flotando en el océano, con el agua al cuello y sin botes salvavidas—, sólo son responsables el azar y la mala suerte. Porque ahora de lo que se trata es de que nos traguemos la fatal metáfora al pie de la letra.