Mi obra literaria

20 abril 2015

La batalla de los egos dispersos en Sevilla

En aquel momento parecía una buena idea. Acababa de estrenarse el mes de septiembre pasado, que arrastraba el calor del verano hasta las mismas puertas del otoño que se avecinaba. En una hora intempestiva más de 150 personas se reunían en los locales de La Casa Ensamblá de la calle Clavellinas en el casco histórico de Sevilla. El objetivo: conformar una plataforma unitaria que aglutinase las aspiraciones de la ciudadanía y que aspirase a conquistar el gobierno de la ciudad. 

Lo llamaron confluencia, pero acabaron por bautizarlo como Ganemos Sevilla, un proyecto espejo de otros iniciados en diferentes lugares del país, como Barcelona. Su finalidad era bastante ambiciosa, tal vez hasta utópica, —unir en un solo proyecto político a todo el espectro a la izquierda del PSOE y a los movimientos sociales y ciudadanos—, pero sólo el eco de su convocatoria ya había conseguido que se moviese algo en el pedregal donde se escondía la ilusión de la gente. 

Sin embargo, desde el minuto uno ya se hizo bien visible la línea del horizonte que no se cruzaría jamás. En aquella reunión sólo la discusión sobre la idoneidad de la constitución de la plataforma se alargó más de hora y media. Toda una declaración de intenciones. Y desde el primer momento algunos de los miembros de la virginal Podemos de entonces, que acudieron a título personal, manifestaron sus discrepancias. No fueron los únicos, desde luego, pero su constitución salió adelante a pesar de todo.

En las entrañas del barrio de San Luis de Sevilla se inició entonces un tortuoso camino que tenía como meta las elecciones municipales de mayo de este año y que, a pesar de los buenos propósitos iniciales, con el tiempo se tornaría en un sendero de zancadillas. Se efectuó una presentación pública de la iniciativa y se lanzó el primer reto: conseguir la adhesión de diez mil firmas al llamamiento “Es hora de que ganemos Sevilla para la ciudadanía”. También se inició la formación de los grupos de trabajo encargados de dar forma al proyecto.

La flamante formación política Podemos estaba llamada a ser una de las piezas claves en todo el tinglado. En aquellos momentos se encontraba inmersa en un largo proceso de debate interno para dotarse de modelo organizativo y órganos de dirección. Sin embargo, en las asambleas de los círculos locales las reticencias hacia la plataforma eran continuas y persistentes. Las bases del partido morado mostraban de manera abierta su “desconfianza” y consideraban que la iniciativa no se ajustaba a los principios de su organización política. Para colmo, muchos vieron en la participación de Izquierda Unida en el proyecto “una estrategia para capitalizarlo”.

A mediados de octubre Ganemos Sevilla aprobaba el código ético y el modelo organizativo en una concurrida asamblea celebrada en el complejo educativo Pino Montano. La iniciativa, en plena fase de consolidación interna, iniciaba así su externalización para llevar su propuesta a la ciudadanía e invitarla a la participación. Durante la presentación pública de ambos documentos se insistió por parte de los portavoces rotativos que ambos documentos todavía estaban abiertos a futuras modificaciones. 

La carrera de obstáculos comenzó a complicarse en noviembre. Dos formaciones políticas, Izquierda Abierta e IU Sevilla, hicieron pública su intención de integrarse mientras Podemos hacía todo lo contrario: se desmarcaba y manifestaba su intención de promover su propia lista. El escollo, además de las diferencias políticas, era la fórmula jurídica a adoptar y tras ella latían las decisiones al respecto adoptadas por los órganos superiores de los partidos. Desde Podemos se apostó en su asamblea fundacional por no concluir con las siglas y hacerlo en agrupación de electores. Izquierda Unida lo hizo por la coalición de partidos, al igual que la formación ecologista Equo.

Sin embargo, hubo otra carencia que no pasó desapercibida a muchos ciudadanos: la falta de un referente político claro que aunase a todas las tendencias. En Barcelona contaban con la figura indiscutible de Ada Colau. Sevilla estaba huérfana en ese sentido. Se especuló con la posibilidad de que José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz durante 17 años, ocupara ese vacío. Fue en balde, su notoria cercanía a Izquierda Unida se convirtió en un obstáculo insalvable.

Cuando llegó la hora de decidir en votación la fórmula jurídica a adoptar ABC de Sevilla hizo público que Izquierda Unida había enviado un correo masivo a sus bases en el que les pedía que acudieran a votar la coalición de partidos. A pesar de que la federación de izquierdas negó de manera reiterada cualquier intento de capitalización por su parte, este gesto distanció a los integrantes de Podemos, a los que disgustaba el engranaje de la plataforma ciudadana sevillana y no estaban dispuestos a que se traspasasen las líneas rojas establecidas por su formación política. Ganó la fórmula por la que apostaban IU y Equo. El divorcio estaba ya consumado.

A pesar de los intentos posteriores al abrir una mesa de diálogo para intentar buscar una salida, Ganemos Sevilla llevaba tatuada en el rostro su propia sentencia de muerte. Se celebró una primera asamblea en la que casi cuatrocientos participantes eligieron vía presencial y telemática la opción de partido instrumental para concurrir juntos a las elecciones. Equo mostró su disconformidad con tal decisión a causa del sistema de primarias elegido y solicitó una nueva asamblea. El nuevo foro se celebró a principios de abril en el Teatro el Duque. Mediante una votación en la que participaron unas cuarenta personas —según consta en un correo electrónico que impugnó su celebración por permitirse sólo la votación presencial—, se revocó la decisión anterior y se optó por retomar la fórmula de coalición de partidos.

La ruptura estaba cantada y sólo tardó en anunciarse cuatro días. Ganemos Sevilla no concurrirá como marca a las municipales y donde se pretendía que hubiese una candidatura unitaria ahora hay tres. Por más explicaciones que se han intentado dar desde todos los flancos —con algunas descalificaciones incluidas—, la percepción de que lo realmente importante era el lugar de cada nombre en la lista y el apego a las siglas es lo que impera. Las secuelas todavía no han cesado y no tendrán su manifestación definitiva hasta finales de mayo.

Dan Brown afirma que nunca se debe subestimar el ego de un político. No le falta razón: lo habitual es que cada cual trate de vender su libro. Para lo de ganar algo para la ciudadanía siempre habrá mejor momento. El bipartidismo con el que pretendían acabar todavía está de cañas.

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