El 24 de enero pasado, al periodista César Omar Silva Rosales le denegaron el acceso al Congreso Nacional de Honduras en la capital, Tegucigualpa, cuando trataba de informar sobre una sesión en la que se iba a debatir el rango constitucional de la Policía Militar.
Le dijeron que su nombre no constaba en la lista de periodistas autorizados y, cuando pidió una explicación, un militar de alta graduación le apuntó con el dedo y le dijo: "No entras porque yo no quiero y yo soy el que manda aquí, y seguí publicando vídeos de militares comiendo perro y verás, amordazado y con las patas amarillas en una cuneta te van a encontrar".
Cinco días más tarde se presentó una denuncia formal ante la Fiscalía Especial de Derechos Humanos pero, hasta la fecha, Silva Rosales no ha sido citado para prestar declaración con el fin de iniciar el proceso formal.
La amenaza está directamente relacionada con el trabajo periodístico de Silva Rosales. El 18 de enero, un programa de televisión para el que trabaja emitió un reportaje de investigación que sacaba a la luz las escalofriantes prácticas de adiestramiento de miembros del ejército.
Como director de un conocido programa de televisión hondureño, y durante su carrera como periodista, Silva Rosales ha sufrido diversos actos de intimidación y amenaza. En febrero de 2013, mientras informaba cerca del Palacio Presidencial, él y su cámara fueron atacados por unos individuos a los que se creía miembros de un partido político y que les causaron lesiones y daños materiales.
En diciembre de 2009, Silva Rosales fue secuestrado por unos hombres armados que lo llevaron a un lugar desconocido. Allí lo golpearon, lo interrogaron y lo amenazaron para, a continuación, arrojarlo de un automóvil en marcha. Se vio obligado a abandonar el país, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le otorgó medidas cautelares. Sin embargo, esas medidas no llegaron a aplicarse, y en 2014 se suspendieron.
También en agosto de 2009, mientras informaba sobre una manifestación, unos policías le golpearon en la cabeza con sus porras y le rompieron la cámara que había utilizado para filmar la agresión. Y en junio de ese mismo año, Silva Rosales fue detenido en Guaimaca, Honduras, mientras realizaba un trabajo periodístico. Por fortuna, los residentes intercedieron para pedir, mediante manifestaciones, su liberación inmediata.
En Honduras, el periodismo es una profesión peligrosa, y el riesgo se acrecienta día a día. Según una fuente local, en los últimos cinco años unos 32 profesionales de los medios de comunicación han sido víctimas de homicidio, mientras que muchos otros han sido intimidados a causa de su trabajo.
Las autoridades no han adoptado medidas de protección efectiva ni han implantado mecanismos de investigación, lo que ha generado un clima de impunidad y de miedo entre quienes trabajan en los medios de comunicación.
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