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23 marzo 2014

Esos periodistas indígenas...

Saludos jacobinos.
Bienvenidos a la Facultad de Comunicación, antes llamada Facultad de Periodismo. Por cierto, ¿Por qué diablos le cambiaron el nombre? ¿Era acaso un mal augurio? La muerte comienza por un deceso terminológico. Después viene el asesinato conceptual. Por último llega el silencio. Hunter S. Thompson, un periodista al que si todavía no han leído deberían comenzar a devorar de inmediato, sostenía allá por los años sesenta que el fin (del periodismo) era inevitable. Ha llovido mucho desde entonces. Pero sí, quizás estamos ya con el pie definitivamente en el estribo, que diría Cervantes, que a su manera era otro periodista prematuro, de antes del periodismo.
En una carta a Jack Scott, el director del Vancouver Sun, para pedirle trabajo, que es lo que hacemos antes o después todos los periodistas, los titulados y también aquellos que carecemos de los sellos de la academia, el cronista salvaje de Lousville (Kentucky) escribió: “Es una vergüenza que un terreno tan potencialmente dinámico y vital como el periodismo esté plagado de zoquetes, inútiles y cagatintas, dominado por la miopía, la apatía y la complacencia y, en términos generales, estancado en un lodazal de mediocridad inmovilista. Si The Sun quiere apartarse de todo eso creo que me gustaría trabajar para usted. Casi toda mi experiencia se limita a las crónicas deportivas, pero soy capaz de escribir de todo, desde propaganda belicista hasta críticas de libros. Soy capaz de trabajar veinticuatro horas al día si es necesario y de vivir con un salario razonable, y me importan un sucio comino la seguridad en el trabajo, las ideas políticas de la redacción y las relaciones públicas adversas. Preferiría estar en el paro a trabajar para un periódico del que me avergonzara”.

Elogio del periodismo indígena. [Los marineros toman el barco]” es el texto íntegro que el periodista Carlos Mármol leyó en el acto de presentación de sevilla report celebrada el pasado martes día 18 en la Facultad de Comunicación de Sevilla. Es de lectura obligada, por supuesto, porque no tiene desperdicio.

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