Nada más llegar,
durante el debate de investidura en el Parlamento de Andalucía, Susana Díaz,
hoy presidenta de la Junta, anunció la “llegada
de un tiempo nuevo”. Poco después, en el discurso de su toma de
posesión, aseguró que iba a “gobernar
con las ventanas abiertas”. Fue en esa misma intervención donde se
declaró “heredera
de las políticas de igualdad de Zapatero” en presencia del ex
presidente del Gobierno. Todo un detalle para el líder ahora cuestionado y
defenestrado. En el PSOE últimamente todas las fotografías son en sepia.
El anunciado tiempo
nuevo ha sido más bien efímero. Incluso el asumir
la culpa de la postura de Zapatero con respecto al estatuto de Cataluña
no puede considerarse una “novedad”.
En cuestión de herencias, Susana Díaz muestra una memoria más bien frágil. Es
curioso que a la hora de heredar sólo se acuerde de las políticas de igualdad
que impulsó su hoy enemiga íntima Bibiana Aído. Mejor olvidarse del pensionazo,
los recortes
sociales y el
cambio con alevosía y nocturnidad de la Constitución. Para qué estar
recordando siempre los malos tragos a los ciudadanos. En este tipo de
pequeñeces, la primera mujer en dirigir los designios de Andalucía prefiere
mantener la boca callada.
Con el asunto
catalán le ha pasado tres cuartos de lo mismo. Ahora se
muestra contraria al derecho a decidir y culpa de ello a Zapatero. Sin
embargo, todavía están frescas en las retinas las imágenes del último congreso
federal del PSOE celebrado en Sevilla. En aquella ocasión pugnaban por la
secretaría general de un partido dejado en las últimas por el leonés Alfredo
Pérez Rubalcaba y Carme Chacón. Susana Díaz no dudó un ápice en posicionarse
desde el principio a favor de la catalana en las primarias e incluso se la acusó
de utilizar el aparato del partido en Andalucía para inclinar la balanza a su
favor. Poco importaba entonces que la catalana hubiese sido una
de las más firmes defensoras del Estatut. Las escaladas de fondo tienen
estas contradicciones.
Después de
contemplar atónitos la metamorfosis de Griñán convertido en Chaves y Susana transformada
en Griñán por uno de esos caprichos sublimes de la política, poco margen de
sorprender al electorado le queda a los socialistas andaluces. El espectáculo
inaudito de dos herencias consecutivas designadas a dedo ha sido los
suficientemente majestuoso como para acabar con la capacidad de sorpresa de
todo un pueblo.
Ahora que el “tiempo nuevo” parece que se va a
limitar a otra ración de más de lo mismo y que la prometida política “de ventanas abiertas” se antoja abocada
a acabar en una asfixiante y multitudinaria claustrofobia colectiva, la
pregunta de rigor es ¿cuánto le queda a Susana Díaz para desmarcarse y
desdecirse públicamente de su mentor? Quizá sólo el tiempo que tarde en salir
elegida —por aclamación— secretaria general del PSOE-A.
El tiempo lo que es
nuevo no será, pero sí parece que siempre es una rueda.
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