Los reinos se
heredan, como las joyas, y los tiempos no iban a ser menos. El “tiempo nuevo” que augura la ya candidata
socialista a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, comienza exactamente igual al que está a
punto de expirar. De la misma manera que en su día el actual Presidente, José
Antonio Griñán, Susana Díaz llega al poder por la puerta chica y sin pasar por
las urnas, arropada por el dedazo protector de su mentor, con la única salvedad
del paripé de unas primarias que todos daban por hecho que jamás iban a tener
lugar, aparato del partido mediante.
En un proceso tan a
la ligera que ha sorprendido a propios y a extraños -y que muchos viejos elefantes
de la militancia consideran una jugada estratégica magistral-, la sevillana ha
logrado reunir casi 22.000 avales, el 72% del total. Por su parte, José Antonio
Rodríguez, alcalde de Jun, y el consejero Luis Planas apenas han superado los
11.000 entre los dos. Es de destacar que casi uno de cada tres militantes no
avaló a ningún candidato, algo más de 13.000. La herencia estaba garantizada
antes de abrir el testamento. Ya se sabe, los avales no se otorgan desde la
intimidad de una cabina ni van en sobres cerrados.
La Consejera de
Presidencia, que será elegida por unanimidad –cuando no por aclamación-, ya
está colocada en la pole position de
la carrera por la Presidencia de la comunidad andaluza. Dirigentes muy próximos
a la dirección socialista ya dan por hecho que Griñán presentará la dimisión y que
su delfín obtendrá el cargo de máxima representación de Andalucía con bastante
antelación a su concurrencia en las próximas elecciones. Es de obligado
cumplimiento que se foguee lo suficiente antes de someterse al veredicto de las
urnas. La única incógnita que está aún pendiente de resolver de esta enrevesada
ecuación es el cuándo.
A partir de ahora
se repetirán de manera insistente los mensajes de unidad e integración,
cumpliendo con la parafernalia habitual en estos casos. Pero a poco que se
conozca la fulgurante trayectoria de la que está llamada a ser secretaria
general de los socialistas andaluces, se llega a la ineludible conclusión de
que eso no pasará de ser una simple quimera. Más tarde o más temprano, el
ajuste de cuentas interno será inevitable y acabarán saltando al ruedo todas
las facturas atrasadas.
Susana Díaz será la
que marque ahora los tiempos, no sólo sobre si habrá o no adelanto electoral,
sino también sobre la idoneidad de las fechas para celebrarlas. La asunción de
la presidencia de la Junta está garantizada por el más que seguro apoyo de
Izquierda Unida en una presumible sesión de investidura. No en vano ella formó
parte de los negociadores del acuerdo de gobierno con la formación de
izquierdas. Sólo la sombra alargada del caso de los ERE o una complicación
desmesurada en la tramitación del presupuesto para el año próximo podría
desembocar en un adelanto electoral. Y además se puede dar la circunstancia que
sea Susana precisamente quien las convoque.
En el teatro de
sueños en que ha acabado por convertirse la política patria, decidir la
estrategia no es cualquier cosa. El tiempo no se sabe muy bien si corre a favor
o en contra de los socialistas. A medida que transcurre y aumenta el
descontento de los ciudadanos, el grueso del cabreo general recae sobre los dos
grandes partidos, beneficiando a formaciones hasta ahora minoritarias como la
propia IU o UPyD.
En unos momentos delicados,
donde la ciudadanía no sabe a qué palo agarrarse con tal de conseguir algún
cambio en la patética y vergonzosa situación política del país, los socialistas
han optado por el trampantojo de hacer que todo parezca diferente para que nada
cambie. El ya clásico más de lo mismo, una muy mala elección.
Artículo publicado en sevilla report.
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