No todos los días tiene uno la suerte de trabajar y compartir momentos y experiencias con gente lúcida. En estos avatares del periodismo, de ir por ahí rascando las calles para contar sus historias ocultas, he tenido la suerte de cruzarme, trabajar y entablar amistad con uno de ellos, Guillermo Barvarov.
Este argentino de habla cadenciosa es licenciado en
Comunicación Social, se dedica a hacer cortos y documentales en su tiempo libre
y se gana la vida trabajando en un bar de copas de la Alameda de Hércules.
El corto que ilustra el post es de su autoría y forma parte
de un proyecto fresco y actual en el que anda inmerso; medialatafilms. Lo traigo
aquí por su vigencia en los tiempos que corren y por su diagnóstico certero de
lo que en realidad está ocurriendo.
La imbecilidad se ha extendido tanto en este país que ha
conseguido que muchos desenfoquen y que la realidad que perciben sea distinta a
la que es. Nos equivocamos de diana poniendo al otro en el punto de mira,
mientras los poderosos se van de rositas y con las arcas llenas. Y somos tan
imbéciles que hasta nos creemos argumentos tan ridículos y esperpénticos tales
que como yo estoy peor, me alegro de los males que te sucedan a ti.
Nos empeñamos en no profundizar en el por qué de las cosas
para señalar con el dedo a los verdaderos culpables de lo que nos está
sucediendo. La imbecilidad supina que nos invade consigue hasta que nos traguemos las
ruedas de molino de los medios afines y los poderes interesados, incluido el
político, y nadamos en la mentira como si del agua de una piscina se tratara.
Incluso nos reconforta.
El corto lo explica mejor que mis palabras. Mucho mejor, por
eso os lo dejo aquí. Porque es lo más adecuado… como está la cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario