Al parecer dos tremendos varapalos electorales consecutivos no han sido suficiente para que el PSOE abra los ojos. Ahora, tras el congreso de los nombres y con las elecciones andaluzas en el horizonte, los socialistas se empecinan en el escarnio y el cruce de puñaladas traperas por un quítate allá de la lista para ponerme yo.
Parece mentira que con la que está cayendo desde el cénit del poder absoluto del Partido Popular, la cuestión más importante a dilucidar por los socialistas andaluces no sea otra que el ordinal de una lista de nombres. A pesar de que la cosa pintaba cruda, según los sondeos publicados, es un suicidio anunciado desperdiciar la munición de artillería que está proporcionando el contrincante extraviándose en personalismos que a nadie interesan. Como para que el rival no se envalentone.
En todo este rifirrafe mediático que nos están regalando no se ha escuchado ni un solo debate de ideas o propuestas para sacar al país de la debacle en la que se encuentra inmerso. Ni una sola propuesta que pueda hacer pensar al electorado que existe una alternativa válida al camino de espinas que dibujan las medidas del Gobierno. En Génova deben estar frotándose los ojos de tanta incredulidad.
Si ésa es la manera que entienden de acercarse a la ciudadanía y a sus problemas cotidianos, no es nada difícil adivinar lo que va a ocurrir el próximo 25 de marzo. El espectáculo dantesco que están proporcionando provocará más rechazo todavía por parte del electorado.
Nadie entenderá que, con la cantidad de problemas que acosan al sector más débil y amplio de la sociedad, quienes están llamados a arrimar el hombro aportando alternativas para que los ciudadanos cuenten con opciones a la hora de decidir su voto, se dediquen con placidez a la resolución inaplazable de sus cuitas internas. Ombligocentrismo; el ombligo como centro del universo.
Cuesta creer que políticos con tanta experiencia sean tan sordos a un mensaje tan diáfano de la ciudadanía. Y eso que dicen que lo entendieron.
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