Cuando prevalecen los derechos constitucionales de unos sobre otros, algo falla. Es la misma situación que cuando se produce un golpe de estado. Los derechos de los poderosos pisotean los de los débiles, que los pierden ineludiblemente.
Ayer se vivió en Sol. Si algo parecido a las JMJ en Madrid hubiera sido organizado por cualquier otra religión hace ya tiempo que hubiesen saltado las voces de ultratumba de la ortodoxia oficial denunciando que el acto es una pura provocación y se hubieran opuesto radicalmente a su celebración.
Pero esto es España, y aquí es una costumbre consagrada que las manifestaciones de fe en una creencia determinada, siempre la misma, ocupen el espacio público de todos de manera exclusivista y sin que se les pueda impedir de ninguna manera. Los fondos públicos son sagrados, nunca mejor dicho, y se pueden dilapidar sin compromiso alguno para satisfacer esa función ultra terrenal según la cual el dinero público es la mejor vía para conseguir la gloria de unos pocos.
Aquí resulta incluso normal constatar que todos los estamentos del poder legítimo se postran ante un señor al que eligen unos pocos y desprecian y humillan a cientos de miles que los eligen a ellos y les pagan con sus impuestos las suculentas retribuciones que perciben.
Lo que ayer se produjo en Sol, lo califiquen los medios de comunicación como lo califiquen, fue un golpe de estado ultra católico con el consentimiento de las autoridades y de las fuerzas de seguridad.
Por encima de la latente falta de tolerancia de ambas partes, no se puede ignorar que poner todo el aparato de un estado a disposición de un acto de fe que corresponde a la más estricta intimidad personal de cada uno es una muestra de desprecio a la democracia y al estado aconfesional que se pregona en la Constitución Española. El respeto que yo conozco es bidireccional; de las minorías hacia las mayorías y siempre viceversa. Las creencias son todas respetables, las imposiciones ninguna.
Si este tipo de fe acaba imponiéndose se perderá otra mucho más valiosa; la fe en la democracia y la igualdad, algo que está en la esencia más sustancial de la doctrina que pretende imponerse a golpe de porras sobre quienes piensan diferente.
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