La difícil digestión de la derrota electoral sufrida el pasado 22-M sumerge al PSOE sevillano en la dinámica de un algoritmo similar al de Euclides en el cálculo del máximo común divisor; partir el problema original sucesivamente en otros más simples hasta su resolución. En palabras de un veterano militante, aplicar taxativamente la táctica del divide y vencerás en lo que se ha diagnosticado en foro interno como el foco neurálgico del pobre resultado cisechado: las agrupaciones locales de la capital.
La llamada a los suyos de secretaria de organización del PSOE-A, Susana Díaz, la pasada semana para evitar distracciones con debates internos que sólo consiguen el “hastío y el desapego de la política en la ciudadanía” no ha tenido demasiado recorrido. El patio está alterado y los socialistas ya setán tomando posiciones para los congresos en ciernes.
El secretario general de los socialistas sevillanos, José Antonio Viera, en una entrevista concedida a El Correo de Andalucía hacía una velada alusión a mantener prietas las filas y a no provocar ninguna inestabilidad en la formación a causa de la frustración por el resultado electoral. “No espero ningún tipo de respuesta organizada para desestabilizar la dirección o buscar una sustitución en la misma”, afirmaba.
Sin embargo, una información del mismo diario, datada por el periodista Javier Alonso y que cita fuentes de la ejecutiva provincial presidida por Viera, ha destapado la caja de los truenos. Según dichas fuentes, se pretende implantar un nuevo modelo de organización en la capital que pasaría por una fragmentación de las agrupaciones de más peso por otras más pequeñas y un rechazo absoluto al órgano de la Comisión Ejecutiva Municipal para las grandes ciudades que aprobó el último congreso federal.
La propuesta de modificación se quiere presentar en el próximo comité provincial y ya ha conseguido levantar el revuelo en las diferentes sensibilidades que conviven en el seno del partido. El nuevo modelo, que pretende reforzar la dirección política en las agrupaciones de Sevilla, favorece a la ejecutiva provincial, bastante cuestionada tras el batacazo electoral, que vería incrementado notablemente su poder, mientras el de sus opositores casi desaparecería.
La figura de la Comisión Ejecutiva Municipal y su capacidad para acumular poder en la capital no gusta en Luis Montoto. El sector crítico, o lo que queda de él, tiene puestos sus ojos en ella como la única opción para recuperar el poder perdido en la capital, a pesar de la contradicción evidente de no haberlo hecho por falta de valentía política cuando tuvieron ocasión para ello. De ahí el comportamiento de agitador esquinero que alguno adoptó nada más conocerse la derrota.
Varias fuentes consultadas coinciden en la necesidad de buscar cauces para dar mayor participación a la militancia, de acercar el partido a las bases y a la ciudadanía. Las discrepancias surgen cuando se plantea la mejor manera de hacerlo. También coinciden en que el modelo esbozado por Viera no es el que se necesita y además tendría que ser aprobado por un congreso para tener viabilidad. Su aplicación imposibilitaría de hecho cualquier estrategia de acoso y derribo de la ejecutiva provincial.
Algunos coinciden en que la necesidad de una mayor capilaridad del partido para con la sociedad y una dirección política real que coordine y defina estrategias no son incompatibles, pero exige que se dejen de defender parcelas individuales de poder y que se salga a la calle a contactar con los ciudadanos. Juan Espadas, portavoz del grupo municipal en la oposición del Ayuntamiento de Sevilla, se postuló el otro día como ese líder que aúne todas las sensibilidades en una entrevista publicada también en El Correo.
La peculiar forma de funcionar de las agrupaciones socialistas y sus redes clientelares está en el centro de la polémica. Muchos creen que es ahí donde radica buena parte de la causa de la estrepitosa derrota, porque los secretarios generales, excluidos de la lista, no se han implicado todo lo que debían. Y no les falta razón.
Hace falta más debate de ideas y menos aferrarse como náufragos a los intereses personales. Desatender esta demanda ciudadana hoy es, más que estar sordo, empezar a oler a cadáver. Las ideas son de donde nacen las soluciones que están exigiendo los ciudadanos en las calles, no del orden de la posición en la lista o del cargo heredado.
Con el reto de las próximas generales y autonómicas a las puertas y un partido todavía desconcertado y sin reacción aparente tras el bofetón electoral, aferrarse ahora al “divide y reinarás” maquiavélico no puede convertirse más que en la crónica de un suicidio anunciado.
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