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06 marzo 2011

Los inconsolables llantos de Tussam

Cuando la inoperancia y la pésima gestión se convierten en la tónica, llega un momento en que no se sabe a qué recurrir con tal de escurrir el bulto y entonces se aducen estupideces con tal de ocultar la propia torpeza y se cae en contradicciones flagrantes antes de la vergüenza de admitir públicamente la incapacidad de cumplir eficazmente la responsabilidad asumida.

Es lo que le sucede a la dirección de Tussam y a los responsables políticos que tras ella se escudan. Arizaga ya ha agotado el baúl de las excusas posibles para justificar una gestión ruinosa y algo más que insuficiente para sacar a la empresa de la situación de crisis permanente en la que vive.

Nada de lo que ha salido de su ingeniosa mente ha acabado bien, todo lo contrario, incluso cuando se ha plegado a las decisiones de los gestores políticos a sabiendas de que era perjudicial para la compañía no ha sido capaz de enderezar en lo posible los perjuicios de las mismas.

Ahora salen con que la culpa de la pérdida de viajeros, más de un millón otra vez en 2010, la tienen el Metro y los carriles bici. No voy a ser yo quien niegue la incidencia que estos dos medios de transporte han tenido en la red de autobuses, pero la pérdida de viajeros es algo que se viene repitiendo desde hace una década y se ha convertido en estrepitosa con Arizaga al frente de Tussam. Ahí están los números de la propia compañía para demostrarlo.

Porque de lo que no quiere hablar el gerente, porque no le interesa, es que la gente nos abandona por la mala calidad del servicio, que se ha visto depauperada progresivamente desde que él asumió el mando. Arizaga no entiende de personas, sólo de números y para colmo los que hace suelen salirle mal. Ese es su bagaje al frente de Tussam y por eso nos abandonan los usuarios, porque no les escuchamos, porque no sabemos lo que quieren y, por lo tanto, no podemos dárselo.

Arizaga cuenta personas como si de un rebaño se tratase, cuenta kilómetros recorridos y vueltas pérdidas, le encantan las cifras de la velocidad comercial y los números pintados en naranja en los laterales de los autobuses. Luego hace sus cábalas y realiza unas cuantas operaciones mentales mediante las que esboza una realidad, la suya, que suele ser diametralmente opuesta a la que vive el resto de los ciudadanos.

Al final, cuando la inercia de los hechos le obliga a darse de bruces con el mundo real se sumerge en la incómoda tarea de inventarse excusas. Y generalmente le sale tan mal lo uno como lo otro y le pasa como a aquel que siempre anunciaba la venida del lobo sin que fuera cierto.

Ahora nos ha salido con el cuento de que algo más del 1% de los viajeros perdidos el año pasado se ha debido a los cuatro días de huelga. Todavía recuerdo a Sánchez Traver, ese noble periodista del régimen que se lleva tres mil del ala mensuales por gestionar la inexistente comunicación de Tussam, en el programa “Enclave” que analizaba la Semana Santa del año pasado en Giralda TV repitiendo cada cinco minutos aquella coletilla de que la huelga del domingo de ramos no había tenido incidencia alguna. Incluso escribí aquí un post al respecto.

La situación es ya tan descarada que no saben mentir, ni tampoco llorar. Lo único que le queda a Arizaga por decir es que la culpa de la reiterada pérdida de viajeros la tiene el ciclo reproductor del escarabajo tomatero. Cualquier cosa menos un atisbo de autocrítica, un repensar muchas decisiones erróneas que se han tomado y no han servido para nada. La culpa es de otros siempre, de los que no son yo.

Así es la soberbia del César, que cuando gana lo hace él solito y cuando pierde las culpables son sus legiones. La diferencia estriba en que este pobre César todavía no ha ganado batalla alguna.



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