Cuando joven solía mirar la vida con los ojos del futuro, era lo más adecuado para una etapa explosiva, en la que todo se traducía en un afán desmedido por cambiar las cosas. Había mucho que cambiar entonces, igual que ahora. En la actualidad, suelo mirar la vida con los ojos del pasado, por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, precisamente.
En mi juventud, cuando los deportes por antonomasia eran el fútbol y correr delante de los grises, si te detenían en una manifestación, la policía utilizaba una táctica por todos conocida y no por ello menos efectiva. Siempre, durante los interrogatorios del régimen, había un poli que era cruel y despiadado y otro que se ponía en tu lugar y simulaba intentar que todo te fuera más fácil y no se te complicara la vida. El poli bueno y el poli malo.
Todo era simulación, puro teatro, destinado a que confesaras hasta la marca de la primera papilla que tomaste al aterrizar en este mundo y, sobre todo, a que te declararas culpable de lo que se te imputaba, fueses o no el autor del delito. En ese tipo de estrategias sustentaba la policía franquista sus legendarias cuotas de eficacia, que luego se encargaban de predicar a los cuatro vientos lo periódicos del régimen. En ésa y en la de inflarte a hostias cuando ya la situación era insostenible y tú te habías empecinado en no abrir la boca pasara lo que pasara.
En la política española de nuestros días sucede algo parecido. Existe un poli bueno y otro malo, con papeles aparentemente opuestos y enfrentados, pero luego todo está acordado entre bambalinas, atado y bien atado para que nada cambie aunque pueda parecer lo contrario. Porque hoy más que nunca la política se está convirtiendo en un ejercicio permanente de simulación, en el que vale cualquier estratagema para captar votos y casi nadie cumple lo que promete. Hasta tal punto que, cuando alguien lo hace, parece incluso políticamente incorrecto.
PSOE y PP son exactamente lo mismo aunque bajo disfraces diferentes. De hecho, cuando se presenta la ocasión, dejan bien a las claras que sus políticas son calcadas y lo envuelven todo en un clima de falso enfrentamiento para mantener elevado el nivel de entretenimiento de la peña.
En los últimos días hemos tenido varios ejemplos demostrativos de que esto es así. Manteniendo una falsa postura crítica, el PP ha apoyado las mastodónticas inyecciones de dinero a la banca (incluso las ha calificado de insuficientes), las medidas de recorte (aunque por la boca chica haya afirmado que no congelarían las pensiones), la reforma laboral (que a su entender se ha quedado demasiado corta), la Ley de Economía Sostenible (incluida la Ley Sinde), la negativa a revisar el Plan de Incompatibilidades de los Diputados (manteniendo los privilegios de las pensiones de los ex jefes de Gobierno y de sus señorías) y ahora se dispone a apoyar la prolongación de la edad de jubilación y el recorte de las pensiones. Por mucho que se intente disimular empleando términos como tenemos “una predisposición favorable” y que manifiesten que aún tienen “dudas y desconfianza”. Son meras interpretaciones entre las bambalinas del poder para que la gente se trague mejor el sapo que les ha tocado en el sorteo. A este paso, cuando Rajoy llegue al poder, no le va a quedar ninguna política novedosa que aplicar.
Mientras el país alcanza un récord histórico de paro, cuatro millones setecientos mil, y por si faltara algo para garantizar el éxito de la representación, ahora se han sumado al reparto los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO adheriéndose al pensionazo y aportando su granito de arena al mayor recorte social de la historia democrática de España.
La razón esgrimida, que no convence a nadie, es que, entre el mal menor y el abismo, mejor doblegarse ante los criterios de la patronal y el Gobierno, a ver si así se apiadan un poco de nosotros y nos dejan algunas migajas de la tarta. Y todo ello después de haber arrastrado a millones de trabajadores de este país a una innecesaria, a lo que se ve, huelga general el pasado 29 de septiembre. Para que luego digan que la confrontación social no es rentable.
Al final, el resultado de la representación es siempre el mismo, recortes y más recortes para los más débiles, que han de apechugar con los desmanes sin medidas de los avariciosos y conformarse con el falso consuelo de que pierden menos, como si eso no fuera igualmente perder. Poco importa que se hipoteque el futuro y la vida de varias generaciones de este país, que se les arrebate de un plumazo el presente y se les desposea de antemano del mañana, donde todavía no se sabe si van a tener algún derecho.
Y si el gallinero se pone revoltoso, ante este, en palabras de Manolo Saco, “golpe de estado silencioso” que supone el traspasar la toma de decisiones de los centros naturales de poder a los financieros, pues más teatro. Ración doble de la vieja táctica del poli bueno y el poli malo, para no variar. A fin de cuentas, en esta función, no somos sino la víctima indispensable.
Un buen artículo y un buen análisis, aunque nos duela por lo que nos pueda tocar. No corren buenos tiempos para los afiliados de partidos y sindicatos de izquierda, desgarrados entre la disciplina obligada y las ideas que piden libertad para ser expresadas y defendidas.
ResponderEliminarCon tu permiso lo comparto en facebook.
Gracias, Antonia, es siempre un honor tener aquí tu opinión y que compartas mis artículos.
ResponderEliminarComparto lo que dicesen gran parte. No comparto que el pasado fuera mejor, salvo por la juventud.
ResponderEliminarPeroculpo también a la prensa, que normalmente no dice lo que dices, sino que lo que hace es seguirles el juego... en gran medida...
P Vázquez "orientador": lo del pasado lo digo sólo por dos cuestiones; la juventud, como bien dices, y las ansías que teníamos por cambiar las cosas. Ansias que en la juventud actual brillan por su ausencia.
ResponderEliminarLo cierto es que la situacion del pais no permite lanzarse al monte y tras los chopos y encinares comenzar la revolución proletariada que reinstaure los miticos falanterios y la armonía entre losseres humanos, ¿ Algun lider por ahí? Adelante, seguro que seran miles los que le sigan ¿ O no?. Sabemos cual es el origen de problema, pero todos aceptamos las reglas del sistema, aunque la politica hace que ese sistema sea mas o menos despiadado. Le ha tocado al gobierno socilaista tomar medidas duras ¿Coaccionado por los mercados? Entiendase poderosos, ¿Presionado por los gobiernos conservadores europeos? Entiendase Merkel y Sarkozy, ¿ Aconsejado por el lider del mundo libre? Entiendase Obama,lo cierto es que la clase mas debil de la sociedad va a pagar en sus carnes los desvarios de un sistema que, de momento, no tiene alternativa.Despues estan los sindicatos mayoritarios, los cuales se ven siempre en una encrucijada. Primero, si hacen una huelga general es que es un pasteleo. Segundo, si no la hacen y pactan es que estan vendidos.Con este paronama llegaremos a concluir que su existencia puede ser solo cuestión de tiempo. No comparto contigo que el PSOE y el PP son exactamente lo mismo. ¿ Es igual Alfonso Guerra que Esperanza Aguirre? ¿ Griñan que Camps? Ni siquiera en espectos economicos son iguales, por eso cuando gane Rajoy, si gana, espero que su partido, el que calificó de Cospedal de los trabajadores derogue esta reforma igual que se ha comprometido a derrogar la ley del aborto socialista.
ResponderEliminarAnónimo: El PSOE y el PP son iguales en tanto que aceptan e implementan el mismo tipo de políticas, así de simple, aunque también es cierto que existen algunos matices que los diferencian, pero desgraciadamente cada día menos.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de las imposiciones de los poderosos, que son ciertas, no han de hacer cuestionarnos entonces qué tipo de Estado queremos. Porque de qué nos sirve entonces tanta soberanía nacional y tanta Constitución si en definitiva estamos en manos de las decisiones de alguien a quien ni siquiera hemos votado. Me parece una contradicción tan grande que cuestiona la propia base del sistema.
Yo al menos no he aceptado nunca ese tipo de reglas y tampoco me han preguntado jamás mi opinión en una votación democrática. Si se hiciera, creo que la mayoría de los ciudadanos optarían porque lo de la soberanía nacional fuese algo más que un bonito concepto para adornar Constituciones inútiles.