“Quien le echa un pulso al Estado, pierde”, emulando a Ernesto Ekaizer, es lo que dijo ayer el primer ministro de hierro, perdón, el vicepresidente primero del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Convendría refrescarle la memoria al primer ministro ferroso de este país, porque los llamados mercados llevan echados varios pulsos a este pírrico Estado y, hasta ahora, no han perdido ninguno.
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