No existe afrenta más irrespetuosa y grave a los ciudadanos por parte de los cargos públicos que éstos consideren imbéciles de antemano a los primeros. Demuestra una falta de respeto irreverente y una absoluta escasez de inteligencia por parte de quien lo practica.
Cuando un cargo público piensa de esta manera, que los ciudadanos son lelos sin remedio, se cree que cualquier excusa para justificar una actuación es válida, porque una clase superior como la suya no es bueno que ande perdiendo el tiempo en ofrecer explicaciones convincentes y creíbles a quienes no son capaces de aprehender la realidad de las cosas. Es entonces cuando ofrece la explicación baladí, para salir del paso, convencido que es algo inherente al sueldazo que se lleva, por lo que hay que pasar aunque no le guste. Se saca uno de la manga un cuento chino y a otra cosa, mariposa.
Por lo general, les importa un bledo la opinión pública, porque creen a pies juntillas que la dignidad del cargo (indignidad en la mayoría de las ocasiones) les permite el hacer éstas y otras trucuñuelas de mercadillo barato con tal de continuar haciendo lo que le da la gana sin rendir cuentas a nadie.
Pero como toda regla tiene su excepción, esta irresponsable manera de proceder tiene sus pequeños inconvenientes; que en general los ciudadanos son bastante más inteligentes que el prócer y que, como son quienes al final siempre pagan la factura, acaban por endosársela al que tuvo la mala idea de ponerlo en el lugar inadecuado.
Cuando se hace público que Tussam está reparando en sus talleres los vehículos de la empresa municipal de limpieza, Lipasam, un periodista de la redacción de El Correo de Andalucía se pone en contacto con Arizaga, gerente de la empresa municipal de transportes, y le cuestiona sobre quién va a pagar la facturas de dichas reparaciones. Arizaga, ni corto ni perezoso, le responde sin dudarlo que Lipasam, cómo no. Y se queda tan pancho el tío.
Pero resulta que, según el secretario general de CC.OO en Lipasam, Antonio Bazo, la situación de los talleres de la empresa de limpieza es alarmante, “con averías que no se reparan y que conllevan que algunos días hasta una veintena de trabajadores se queden parados a la espera de la llegada de vehículos”. Entonces ¿cómo es que se llevan a reparar a Tussam?
La única explicación que se me ocurre es que los talleres de Lipasam no dan abasto y tienen que sacar las reparaciones al exterior. Pero, si esto es así, algo no acaba de cuadrar. Los números no entienden de sentimientos ni afinidades.
Durante años llevamos escuchado a los dirigentes de Tussam en los medios de comunicación quejarse de que una de las lacras que arrastra la empresa son los altos salarios de sus trabajadores, los ya famosos “gastos de personal”.
Siendo uno de los conceptos que se facturan en toda reparación la mano de obra, sería lógico deducir que las reparaciones efectuadas en los talleres de la empresa de transporte deben ser bastante más caras que en cualquier otro taller de la ciudad. Por lo que no me cuadra que Lipasam, que no tiene ni para pipas, hubiera optado por esta opción más costosa caso de tener que abonarla, como afirma Arizaga. Sólo tenéis que acordaros de la última vez que vuestro coche visitó los talleres oficiales de la marca y lo que os cargaron por el concepto “mano de obra”.
O bien, Arizaga nos ha mentido a todos durante estos años y los “costes de personal” de Tussam son bastante más razonables que lo que han pregonado desde los titulares de los periódicos. En cuyo caso cabría preguntarle entonces a Arizaga de dónde coño salen esas cifras tan astronómicas de deuda de la empresa que siempre se ha apresurado a justificar mediante dicho concepto.
En definitiva, el discurso de Arizaga hace aguas por todas partes y no es capaz de convencer a nadie, creo que ni a él mismo, pero el cargo obliga. Lo que más me jode es el grado de convencimiento con que lo hace, como si pensase que los demás somos todos idiotas de nacimiento. Y hasta ahí si que no, aquí el único que es capaz de tragarse semejante incongruencia es el propio Arizaga. Nadie más.
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