En Sevilla ya corre un dicho que dice que si quieres que algo no funcione dáselo a Fran Fernández, el delgado de movilidad. Toda gestión que cae bajo el amplio paraguas de su responsabilidad está condenada de antemano al fracaso.
Es el máximo responsable se la situación de quiebra irremediable que padece Tussam, pero como si no se conformase todavía, además es el impulsor de un plan de tráfico que no contenta a nadie y el causante directo de la ruina inacabable de los aparcamientos que no se construyen nunca. Por no hablar de otras menudencias.
Y digo yo, ¿es viable un plan de tráfico restrictivo, tal vez necesario, pero sin los aparcamientos disuasorios que lo complementen? La pregunta parece de fácil respuesta, pero para Fernández lo fácil no tiene aliciente alguno.
En Tussam le sucede algo parecido. Ha llevado a la empresa a la quiebra con decisiones casi inexplicables. Y las consecuencias no han podido ser más desastrosas: destrucción de empleo y merma en la calidad del servicio. Los eventuales, “radicales” ellos, hartos ya de que les den gato por liebre, han repartido unas octavillas por la ciudad, con el número del móvil del gerente Arizaga, ese hombre, para que los ciudadanos lo llamen y le hagan llegar sus quejas cada vez que tarda el autobús.
Es una prueba irrefutable de que nos encontramos ante una banda de desalmados, porque de todos los periodistas que conozco que tienen dicho número y han intercambiado algunas palabras con él, ninguno me ha confirmado nunca que sea una persona agradable. Yo mismo lo llamé una vez para contrastar una noticia y a los pocos minutos se pusieron en contacto conmigo dos directivos de la empresa pidiéndome cuentas por mi osadía, en un alarde de respeto por la libertad de expresión.
¿Qué han hecho los sevillanos para merecer semejante castigo? Que se lo pregunten al ínclito delegado de movilidad de esta ciudad eterna.
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