Juan Ignacio Zoido, candidato del Partido Popular a la alcaldía de Sevilla, anda preocupado buscando la manera de “abrir espacios” para esos pobrecitos colectivos de extranjeros que podrán ejercer su derecho a voto en las próximas elecciones municipales y que se espera sean decisivos.
Esto de abrir espacios tiene su guasa, no se vayan a creer. Será por eso que hasta ahora el alcaldable popular no ha pormenorizado los detalles de tamaña operación cartográfica.
De momento ya ha debido tomar sus buenos apuntes. Su partido apoya encubiertamente las medidas adoptadas por ese lince húngaro de Sarkozy con los gitanos y su particular manera de enviarlos a hacer turismo de regreso a su país de origen, o a Luxemburgo si así lo prefieren. Al igual que Zapatero.
Pero como a intrépidos a los del PP no les gana nadie, por si Zoido necesita ideas frescas, ahí tiene a su colega de partido y aspirante a la alcaldía de Badalona, Xavier García-Albiol, que manifiesta que sus gitanos “están repartidos por varios barrios de la ciudad haciendo la vida imposible a los vecinos y, encima, cuando nos quejamos, nos atacan y nos tachan de racistas”. Lo que es peor todavía que el horrible cautiverio del pueblo francés.
Lo más penoso de todo esto no es la carga de demagogia y populismo barato que impregnan estas manifestaciones, sino que para la derecha de este país, y al parecer para buena parte de la izquierda, en el fondo gitano es cualquiera que no esté en su onda.
De ahí a que cuatro locos bajitos se reúnan en torno a una mesa a repartirse el mundo conocido sólo hay un paso.
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