En Marruecos, ese reino al que toleramos incomprensiblemente sus constantes ataques a los derechos humanos más básicos, se da la circunstancia de que confluyen supuestos activistas de los derechos humanos que trabajan al amparo y al servicio de los intereses del sátrapa que gobierna el reino y que montan un tenderete de vez en cuando con la vieja copla de la soberanía sobre Ceuta y Melilla, con la costumbre ya convertida en norma por el ridículo sultán llamado Mohamed VI de desviar la mirada de sus atolondrados súbditos hacia asuntos externos, mientras él hace y deshace a su antojo en el interior de sus fronteras. Es la vieja táctica de localizar el problema en el exterior para que nadie se percate de que lo tiene justo al lado.
Resolver mediante la diplomacia este tipo de crisis requiere de su tiempo y de paciencia. Y a pesar de todo quizás no merezca la pena otra respuesta que el mayor de los desprecios e instar a las fuerzas de seguridad a seguir cumpliendo con su trabajo con la habitual ejemplaridad e investigar y sancionar las irregularidades que se presenten.
Pero el reino de España es tierra fértil en salvapatrias de tres al cuarto. Gente sin escrúpulos que aprovecha la primera oportunidad que se presenta para buscar notoriedad personal y a la que poco o nada importan los intereses generales del país y el daño internacional que se le pueda inflingir a la imagen de la nación. Y todo llevado a cabo en el momento más inconveniente, como hecho adrede.
Estos, que no tienen más patria que la de los intereses de sus cuentas bancarias, no dudan en aprovechar una circunstancia como ésta para medrar en los medios o para arañar algunos votos, aunque sea tirando de una política de tierra quemada que no conduce a ningún sitio por atávica y prescindible. Sólo hay que mirar atrás y echar un vistazo a la gloriosa conquista del islote Perejil.
Habría que verles en el supuesto caso de un enfrentamiento armado que no contase con el visto bueno del principal aliado de Marruecos, Estados Unidos. Seguro que entonces la patria se les reducía a los calzones.
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