Pocas cosas hay más molestas en la vida que lo tomen a uno por tonto. Esa falta de respeto a la dignidad que supone el que te consideren inferior a priori cuando ni te conocen ni saben la cantidad de tiempo que has invertido en desarrollar tus potencialidades es de los insultos más despreciables que se le pueden hacer a un ser humano.
Para más inri, quienes adoptan ese tipo de actitud suelen ser personas con criterios clasistas, que tratan de imponer a los demás a toda costa. Ese tipo de seres humanos a los que les molesta todo cuando los beneficiarios son los demás. Conceptos como la libertad, el derecho a ser uno mismo y el desarrollo personal no suelen tener cabida en sus cuadriculadas seseras.
Escribo esto porque esa sensación es la que me invade cuando me enfrento a determinado tipo de informaciones que son lanzadas con propósitos bien distintos a la sacra misión de formar a la opinión pública. Me refiero a las que son más dignas de engrosar las inútiles hojas de un panfleto propagandístico que a figurar entre los pliegos de un periódico. Y sin embargo, imperdonablemente y para desgracia de los lectores, este tipo de informaciones continúa apareciendo en la prensa cada vez con más asiduidad.
Viene esto a cuento de una información que publica hoy el diario ABC de Sevilla y que no es más que el fiel reflejo de muchas otras parecidas en diferentes ámbitos que inundan en estos días los diarios y los informativos de las televisiones. En ella se da cuenta del propósito loable de la AIE de Sevilla, macroentidad que engloba a las empresas municipales más importantes del Ayuntamiento de Sevilla, de reducir gastos a toda costa para intentar aminorar la crisis.
En ella se cuenta que van a eliminar las horas extras, salvo “las que sean estrictamente necesarias por razón de urgencia” y se hace especial énfasis en que “se van a aminorar la compra de bienes y servicios que, sin afectar a la calidad del servicio, se puedan suprimir, lo que implica que se reducirá el número de consultorías y asistencias técnicas externas, habrá menos publicidad y acciones comerciales, menos dinero para gastos y dietas de viaje”. La reducción se cifra en unos cuantos millones de euros para las arcas ciudadanas.
Y no hay que ser doctor en economía, ni mucho menos, para sacar una primera deducción: que hasta que la crisis nos ha sacudido la imagen idílica que teníamos de la realidad, en estas empresas se han estado realizando horas extraordinarias que no son estrictamente necesarias. Y, por supuesto, que se han estado contratando consultorías y asistencias técnicas externas, campañas publicitarias y acciones comerciales y se han estado pagando gastos y dietas de viaje que eran innecesarias y en nada incidían en la mejora de la calidad del servicio que se presta.
La pregunta que cabría hacerse ahora por pura deducción es si estos dirigentes, Arizaga incluido, han hecho algo útil durante todo este tiempo a parte de malgastar el dinero público. ¿Para qué los necesitamos si nos capaces de discernir entre lo estrictamente necesario para que una empresa funcione y lo superfluo y gravoso?
Lo peor de todo es que nos lo sueltan como si se tratara de un gesto heroico de nuestros prebostes gobernantes, tan solidarios ellos en los malos tiempos que son capaces de bajar unos euros sus sueldos astronómicos mientras los demás nadan en la miseria, cuando no es sino un reconocimiento explícito y una demostración palpable de los abusos y desmanes que se producen con el dinero público no importa los tiempos que corran.
Con tipos así gobernando nuestras vidas no me extraña que el Estado del Bienestar corra un gran peligro, lo verdaderamente anómalo es que aún continuemos existiendo.
PD: Ayer murió Saramago, un hombre que hizo del apego a la realidad y del mantener abiertos los ojos a la vida toda una tradición literaria. A él, con toda seguridad, tampoco la gustaba esta ignominiosa forma de tratar la información.
2 comentarios:
Jau, yo vivir en reserva india andaluza y tener tabaco y alcohol y ser vago. Rivero, así se llama el dueño de sacyr que hace unos dias calificó a mi tierra como reserva india, donde sacar un universitario es tan imposible como que él desarrolle su actividad y gane dinero sin los concursos de la administación publica de la reserva. Posiblemente el chozo donde habito lo haya construido su empresa, pero lo que sí es seguro es que la obra de la Encarnación la esta ejecutando su compañía y tras multiples aplazamientos en su finalización estoy seguro que este personaje se va a llevar unos pingues beneficios a costa de los indoandaluces.
Ahora es el momento de las acciones y no sólo de las declaraciones rimbombantes de unos politicos que creen que los ciudadanos carecemos de memoria. Recordemos esas declaraciones del personaje Montoro de que los andaluces somos indolentes. O de esa Ana Mato, la que no sabía qué hacia un Jaguar en el garage de su casa, de que los niños andaluces eran analfabetos. O la de la lideresa de Madrid, una tal Aguirre, que comparó a los andaluces con pollos cuando dijo que el per era pita, pita, pita.
Por decencia, el equipo de gobierno de Sevilla debe rescisdir el contrato con sacyr, aunque nos lleve cinco años más la finalizacion de la obra.
Imaginad qué hubuiera pasado si un empresario andaluz hubiera dicho que los vascos son en un 90% hidalgos y curas. O que en Navarra el porcentaje de curas por habirantes es casi el mismo que en el vaticano. O que gracias a Franco cataluña se industrializó.
Como tu dices Jack, pocas cosas hay más molestas en la vida que lo tomen a uno por tonto. Y por eso aquellos que nos representan deben ser los primeros en dar ejemplo y decirle a ese Rivero que los tontos de la reserva no lo quieren en ella. Así de claro, sino la memoria volverá a recordarles que los reservistas no olvidan.
Anónimo: tienes toda la razón y este tipo se merece que no se le otorgue ni una sola obra pública más en nuestra tierra para los restos. Y a lo que has argumentado añado que no podemos olvidarnos de Arenas, que es de aquí, y que se ha explayado bastante faltando al respeto de los andaluces con su ya famosa teoría de los subsidios.
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