Me duele porque es el decano de la prensa sevillana y porque pasé allí dos años como colaborador cuando lo dirigía el desparecido José María Javierre y mi buen amigo Pepe Álvarez comandaba la sección local.
Fue entre los tabiques de esa casa, en su antigua sede del Polígono Industrial Carretera Amarilla, donde tuve mis primeros contactos con periodistas que se curraban a diario la noticia y se tenían que enfrentar después a las restricciones de la línea editorial y a los intereses del periódico para poder verla impresa al día siguiente en el diario.
En aquellos tiempos el diario pertenecía a la Iglesia y a la Compañía Sevillana de Electricidad y los tijeretazos de la estructura informativa funcionaban exactamente igual que ahora, aunque en sentidos muy diferentes.
Pero bajo esa lucha de intereses siempre subyacía la inconmensurable labor de un grupo de excelentes periodistas que, además de pelearse a diario con la actualidad informativa, sabían hacerle frente con ilusión y buen hacer. Exactamente igual que ocurre ahora mismo.
Hoy, El Correo de Andalucía pertenece al llamado Grupo Gallardo, un ente que se puede decir que es todo menos un grupo de comunicación. Una entidad con interese muy diversos, pero de la que dudo que entre ellos esté el derecho a la información consagrado en nuestra Constitución. Y el ERE que sufren los compañeros que trabajan allí es el mejor ejemplo de ello.
El Grupo Gallardo siempre ha sido afín al PSOE, tanto en Extremadura como en Andalucía. Todavía recuerdo aquel titular de Rodríguez Ibarra anunciando que Gallardo iba a comprar al Grupo Z, adquisición que al final no se gestó.
Por eso me parece especialmente patético e hipócrita que algunos políticos de dicha formación muestren públicamente su apoyo a los compañeros, cosa que se agradece, y no ejerzan en el seno de su partido las presiones oportunas para que se ponga freno a esta atrocidad. Estoy seguro que, si quisieran, podrían hacer bastante más.
Yo sé muy bien cómo se siente uno de solo y de desahuciado cuando amenaza sobre tu cabeza una situación tan grave como ésta. Sé que a veces la desilusión te embarga y te entran ganas de mandarlo todo a la mierda, porque esta sociedad que hemos creado entre todos ha dilapidado por el desagüe de los desperdicios los mejores valores de una historia milenaria.
Ellos son de los pocos profesiones que se han atrevido a dar lo que considero el primer paso necesario para salvar a esta profesión y mantener encendida un tenue luz de esperanza. Ellos han decidido luchar.
Y en su lucha nos jugamos mucho todos, sobre todo quienes estamos convencidos de que la información debe primar por encima del negocio y que ningún periodista debería consentir jamás que la línea editorial del medio en el que trabaja se convierta en un catecismo de obligado cumplimiento. Por encima de todo eso debe estar siempre la dignidad del periodista, que es como decir la dignidad de la democracia y de la libertad.
Cualquier sevillano que se precie y que se sienta libre debería mostrar su rechazo a esta atrocidad, incluso los que como yo hemos criticado frecuentemente la manera de hacer información del medio.
Aquí como en Tussam y como viene siendo habitual en tantos otros sitios en esta crisis, la regla a aplicar es que paguen los que menos culpa tienen de la mala gestión y de la avaricia de los responsables de dirigir el cotarro. Por eso estoy de su lado incondicionalmente.
Y por eso hoy, casi sin tiempo por encontrarme en época de exámenes justo cuando me dispongo a acabar la carrera, me he decidido a escribir este post en solidaridad con los compañeros y me he conjurado a acudir en la medida que me sea posible a las concentraciones en la puerta del diario a las seis de la tarde. Porque, tal y como está el patio, cuando un periodista se levanta y decide luchar por su puesto de trabajo y por la información, ponerse del otro lado no es que sea una irresponsabilidad, sino el comienzo del camino al suicidio.
Ánimo compañeros, y que esta lucha no sea más que el comienzo de otra aún más larga; la de recuperar la dignidad del periodismo.
2 comentarios:
Tal vez el delito de esos periodistas sea que no han "defendido" con la fuerza debida el trazado del oleoducto que, desde Huelva a Extremadura, Gallardo pretende construir para su refinería extremeña. Y si para generar opinión pública a su favor tiene que comprar un periódico, pues... tú me dirás, con pelas, quién lo detiene. Me adhiero a la defensa de la dignidad del periodismo, como no podía ser menos, Jack.
Dan.
Dan: gracias compañeros, veremos qué hace cuando consiga sus propósitos.
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