Escribe hoy Paco Sánchez en Vagón-Bar:
“En el caso Palomino —el joven apuñalado en el metro por un extremista de derecha— se apreció como agravante «el odio político». De acuerdo, me decía alguien, pero entonces, ¿qué hacer con quienes se dedican a provocarlo o inducirlo?”
Y, supongo que a conciencia, ha lanzado al aire la pregunta del millón, porque hay muchas formas de inducir el odio y los medios no están todos vacunados contra ellas. Quiero decir que, en el apasionamiento del debate político, a veces se confunde lo que es una simple crítica con un ataque mortal y eso, además de evidenciar una latente falta de conciencia democrática, pone de relieve una cierta incapacidad manifiesta que arrastramos para relativizar las cosas y no otorgarles una dimensión que no se corresponde con la realidad.
La crítica ideológica no debe entenderse de otra forma que el manifestar abiertamente una posición contraria. Endosarle intenciones ajenas es tan peligroso como enclaustrar a un pirómano en el interior de un polvorín. Y los medios, o sus columnistas, no lo tienen nada claro o no quieren tenerlo, que para el caso es lo mismo.
Si partimos de la premisa de que, cuando efectúo una crítica a algún periodista que piensa diferente a mí, lo que estoy haciendo en realidad es desearle lo peor, mal vamos. Ese periodismo de intenciones ocultas no nos lleva a ningún sitio y le hace un flaco favor a la democracia y a la ciudadanía.
Una crítica es sólo una crítica y nada más, la simple manifestación de una postura contraria. Y, salvo que alguien me dé argumentos de peso en contrario, hay que presuponer la buena intención de quien la hace. Si esto no fuera así, la democracia no tendría sentido y la libertad probablemente tampoco, porque la desconfianza es la peor enemiga de las libertades.
Lo que ocurre es que, cada vez con más frecuencia, en ciertos medios se hace casi imposible soportar la crítica y la soberbia se impone al sentido común, sobre todo en determinados comentaristas u opinantes que han hecho de la línea editorial del medio que les paga el eje moral único que rige sus vidas y dicho abono suele ser el más fértil para que germine la semilla del odio.
Hace unos días, cuando se produjo la lamentable agresión al periodista de Telemadrid Hermann Terstch, Nacho Escolar trató el tema con dos entradas en su blog. En la primera de ellas se puede leer:
“Espero que el estado de salud de Hermann Terstch mejore ponto. No le deseo a nadie unas costillas rotas, ni tampoco un pulmón encharcado. Por supuesto, condeno la agresión.”
“El periodista Hermann Tertsch tiene dos costillas rotas, una vértebra dañada y un pulmón encharcado. Está hospitalizado, ojalá se recupere pronto. El lunes por la noche alguien le golpeó, no se sabe quién ni por qué; Terstch dice que recibió una patada por la espalda, que perdió el conocimiento y que no recuerda más. Ni siquiera ha presentado denuncia, y aquí se acaban los hechos conocidos del suceso.”
Sin embargo, en esa misma entrada, tuvo la “osadía” de denunciar algo más adelante:
“Pero hay otro escándalo en esta historia del que apenas se habla. Hermann Tertsch, con dos costillas rotas, una vértebra dañada y un pulmón encharcado, se fue a urgencias. Allí les pareció que estaba todo bien y le mandaron a dormir a casa; sólo fue ingresado a la segunda, cuando regresó al hospital horas después porque no aguantaba el dolor. Sin duda, otro éxito más de la fantástica sanidad madrileña.”
Y esto ha bastado para que la caverna mediática se le lance a la yugular y lo acuse de casi justificar la agresión a Tertsch.
En su columna en ABC de hoy, Ignacio Ruiz Quintano, escribe perlas como éstas;
“A quince días de presidir a la Gran Democracia Europea, Madrid es una capital donde la policía política puede llamar a un bar de Irún para poner en fuga a los terroristas o donde un periodista de la oposición puede ser enviado de una patada al hospital para general regocijo en los círculos de progreso.”
(...)
“Lo de menos es quién haya pegado a Hermann Tertsch, aunque se le reconozca el valor: ahí es nada, exponerse a una reprimenda de la actual Asociación de la Prensa de Madrid. Lo importante es la alegría «de clase» que la agresión ha causado.”
(...)
“Para un Alto Representante de Internet Ante el Gobierno de Zapatero, lo escandaloso del caso Tertsch no es la patada, sino la Sanidad de Madrid, que es de derechas y no diagnosticó bien las lesiones. Bueno, esto es lo que se llama un análisis marxista de la realidad, que le habrá valido a su autor el título de Gramsci para niños y un puñado de corticoles.”
De antemano manifiesto dos cosas: una, no comparto en lo más mínimo ni las opiniones de Tertsch ni las de Ruiz Quintano, tampoco por supuesto su excesivo fervor patriótico, aunque tienen todo mi respeto, y dos, no le deseo a nadie lo que le ha ocurrido al periodista de Telemadrid y condeno sin paliativos a cualquier cafre que vaya por ahí dando patadas mortales a todo el que piense diferente, si es que ése ha sido el motivo de la vil agresión a Tertsch, que todavía no lo sabemos.
Pero, afirmar que la agresión ha provocado “general regocijo en los círculos de progreso” o que “se le reconozca el valor” al desconocido agresor, o que la agresión ha provocado una “alegría «de clase»” para finalizar tergiversando lo escrito por Escolar e insinuar que lo ha hecho para beneficiarse del arrope del poder, puede interpretarse quizá como la mejor manera de propagar el odio, inoculándolo de forma sibilina en los intersticios entre las palabras.
Sin embargo doy por hecho que Ruiz Quintano no quiere que le pase nada a Ignacio Escolar, porque de no ser así, no tendría ningún sentido la libertad de expresión y se convertiría en un derecho hueco e inútil, mandando esta profesión directamente al más absoluto ostracismo.
Aunque le pese a Ruiz Quintano, la sanidad de Madrid es de derechas y, desgraciadamente, se ha cometido un fallo en el trato recibido por Tertsch. Esto no es ni peor ni mejor, estas cosas simplemente suceden. El denunciarlas, aunque se hayan producido coincidiendo con la injustificable agresión a un informador, es labor obligada de todo periodista que se precie, porque una desgracia no puede nunca tapar un mal funcionamiento del sistema y no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Y, en lo relativo a la alegría por los males del contrario, no es la caverna opinante del ABC la que mejor puede predicar con el ejemplo. Si no, que repasen la hemeroteca y busquen las palabras de sus columnistas condenando a viva voz ese odio político al que se refiera Paco Sánchez en el asesinato de Carlos Palomino. No percibí yo entonces ni contundentes editoriales ni columnas condenatorias exigiendo el derecho a pensar diferente sin tener que sufrir por ello letales represalias, enarbolándolas contra los círculos ultraderechistas.
8 comentarios:
El revuelo mediático e institucional que han montado en torno a la ¿agresión? a ese periodista, es parte de la estrategia de la cavernícola derechona que nos ha tocado en desgracia. Mediática porque jamás se había dado tanta cobertura a una información sin que medie ni siquiera la correspondiente denuncia. Institucional porque se hace referencia en un acto protagonizado por la Espe-ndida, también conocida como “la lideresa” en el que hacen responsable al Gran Wyoming y a la Sexta y al programa El Intermedio de ser los incitadores de las lesiones que sufre el presentador de telemadrid. Esto es lo que saben hacer y les va muy bien a esta gente del partido popular, son propensos a caer constantemente en la ilegalidad, acusando a diestro y siniestro sin pruebas, esto también es violencia, en este caso verbal. En todo caso el responsable siempre es el que físicamente comete la agresión, pero primero hay que demostrarlo y denunciarlo y aquí que yo sepa lo que existe es una denuncia de injurias que sufrió el (ahora) amnésico que en su programa lanzaba bravatas de hombre dispuesto a matar talibanes. También esto es violencia verbal. Eso es provocar a los que no piensan igual, y ya sabemos cómo está el mundo de violento y de agresivo. Todo esto no hace más que darle fama y notoriedad a quienes no la merecen, tampoco se merecen la violencia, ninguna de ellas. Salud Grego.
la caverna mediatica ya hace 6 años que la sufrimos en catalunya, lo que hoy cuentas es sólo una rama del árbol, nosotros ya estamos hartos y con razón, españa tiene que empezar a hacer los deberes si quiere conservar la democracia, orque esto ya huele muy mal.
gracias por tu trabajo,jack
Enrique: totalmente de acuerdo. Ellos, que siempre se están quejando de que los criminalizan, son los primeros en hacerlo a la primera oportunidad y, generalmente, sin prueba alguna que lo sustente.
megustas: la verdad es que a mí ya empieza a preocuparme seriamente la situación. No diré más.
estoy segura que te interesará y que lo leerás como debe leerse, con objetividad y con la mente tranquila, creo que tú sí eres de esa parte de España con la que aún nos podemos entender.
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=669905&idseccio_PK=1008
gracias por leerlo
megustas: gracias por el enlace, es un artículo que me ha encantado y que compato casi por completo.
No me gustan los nacionalismos, no creo en ellos, pero el que menos me gusta de todos es el español. No comulgo con lo que representa ni con lo que pretende.
No creo en las patrias y sí en la libertad de los pueblos para decidir su destino. Entiendo que en ello radica la esencia de la libertad y no comparto que eso sirva para romper lazos, todo lo contrario, se fortalecerían, porque el respeto a la libertad del otro es lo que te hace granjearte su amistad incondicional.
Creo que Cataluña es lo suficiente madura y libre como para poder elegir su destino y, si así lo hiciese, no me sentiría más alejado de los catalanes por ello. Sería al revés, un motivo más para acercarme a ese pueblo y conocerlo mejor, seguro como estoy de que es un pueblo sabio que está más interesado en el respeto mutuo como fórmula para recorrer juntos el camino.
gracias por tus palabras sensatas, Jack , yo tambien me sentiría mucho más unida a esa España respetuosa y con ganas de corregir errores pasados para no volver hacia atrás nunca más.
megustas: de eso se trata, de ganarte el respeto y el afecto de la gente y no imponer pensamientos únicos que no llevan a ninguna parte.
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