El lenguaje periodístico conlleva una carga política e ideológica que puede acabar deformando la realidad, de hecho así ocurre en demasiadas ocasiones.
Los eufemismos y adjetivos que solemos utilizar y que, con demasiada frecuencia acaban convirtiéndose en tópicos clásicos, esbozan una realidad tras la que se ocultan intenciones veladas que pueden llevar a la confusión al lector y apartarnos del verdadero objetivo de nuestra profesión: contar las cosas que suceden y hacerlo por su nombre, es decir, lo más próximo posible a la verdad.
“La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor”, decía García Márquez. Y es siempre preferible la verdad desnuda que disfrazada, porque los disfraces nos impiden que veamos la crudeza de la realidad.
Ramón Lobo ha escrito un extraordinario post con interesantes alusiones y ejemplos sobre este tema que nos puede aclarar muchas cuestiones a la hora de sentarnos ante el ordenador e intentar contarles lo que vemos a los lectores. Ya con anterioridad escribió también esto, que está relacionado íntimamente con el tema.
En periodismo, como en la vida misma, nunca se termina de aprender.
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