Allá por los inicios de marzo de este año el Sevilla FC acudía a San Mamés a jugar la vuelta de las semifinales de la Copa del Rey de fútbol. Se medía con un histórico de la competición copera, el Athletic de Bilbao, en su propio feudo y con el horizonte de la final, una más, al alcance de la mano de un equipo que nos había hecho soñar en los últimos años. Los sevillistas partíamos con ventaja de dos goles a uno del partido de ida, pero quedaban noventa minutos ante un equipo que se jugaba toda la temporada en ese partido.
El día antes, después de la salutación que hizo a los asistentes al XLVI Congreso Nacional de la Asociación Española de la Prensa Deportiva que se celebraba en un hotel de la capital hispalense, el presidente José María del Nido compareció ante los informadores y afirmó: “Nos vamos a comer al león de la melena a la cola”.
A la noche siguiente, el Athletic de Bilbao nos pasó por encima endosándonos un clamoroso tres a cero y apeándonos de la lucha por la que hubiera sido nuestra quinta Copa de España.
Estas cosas, cuando te ocurren, son siempre tristes, pero más aún cuando van precedidas de un gesto de prepotencia innecesario. Del Nido argumentó que lo había hecho para motivar a sus jugadores ante el ambiente infernal que les esperaba en San Mamés. Pero, viendo como transcurrió el partido, pareció que lo único que había conseguido era abatirlos irremisiblemente. Y además no pudo evitar el tsunami de mofa generalizada que provocó a posteriori.
Pues algo muy parecido les puede ocurrir a los dirigentes populares sevillanos, que tras la euforia del acto celebrado este fin de semana en Dos Hermanas, no han tardado en lanzarse a los titulares de los medios de comunicación afirmando que el acto supone “el fin de ciclo socialista en Sevilla y el inicio del cambio en Andalucía”.
No es buen síntoma el menosprecio y la subestima del rival de manera tan anticipada. La prepotencia nunca es buena consejera y menos en estos casos. Es preferible siempre la humildad y el trabajo. En política, como en el fútbol, los partidos hay que jugarlos siempre y nunca se ganan desde un autobús. Eso de vender la piel del oso antes de cazarlo, si en algo se paga especialmente caro, es en el universo de la política. Y más cuando el capitán del equipo es un eterno perdedor.
No quiero ni acordarme la de rabo de león que nos dieron a los sevillistas los del Athletic durante un tiempo. Para olvidarlo, vamos.
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