Ahora resulta que el temible dóberman, que se acercaba amenazante para devorarnos a todos con sus dentelladas ultra conservadoras, lo teníamos en el jardín cuidando de la casa, convenientemente domesticado a la espera de que nos fuera útil.
Lo alimentamos y cuidamos con mimo de conservacionista, esperando el mejor momento para sacarlo y mostrarlo orgulloso a los amigos que vienen a visitarnos.
Si es que, en el fondo, somos unos soñadores.
Mas que un doberman parece un vampiro: de tanto querer domesticarlo al final te convierte en uno de los suyos y te hace a tí también un experto en chupar la sangre... ¡Así son los nuevos conservadores del capitalismo!
ResponderEliminarAnónimo: me gusta esa definición de chupa sangre. Quieren poner de moda el vampirismo, sí señor.
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