La euforia del PP por la victoria en las elecciones europeas no ha sido completa, a pesar del ímprobo esfuerzo que están haciendo porque se visualice así.
En Andalucía las aguas bajan revueltas, es la enésima vez que pierde Arenas y esta vez ante un principiante, y esto ha propiciado el surgimiento de críticas dentro del partido, que el aparato no tardó en tratar de silenciar.
En determinadas provincias y capitales, y más en concreto en Sevilla, donde Zoido no acaba de coger vuelo, los resultados no han sido todo lo apetecibles que se esperaban y esto no ha gustado demasiado.
Arenas, listo donde los haya, ya se ha apresurado a vaticinar cambios –“retoques” los llama él- antes de que a alguien se le ocurra menearle el sillón. Más de lo mismo.
Según sus propias palabras los cambios consisten en perseverar en las mismas estrategias que les han llevado a estos resultados que ahora no gustan, es decir, "con estar todo el día en la calle; con ejercer una oposición contundente, controlando los posibles abusos, y presentando todos los días alternativas frente a la crisis económica".
O sea, nada de nada, porque eso mismo es lo que ha estado haciendo Zoido desde las pasadas municipales y ya ve cómo le ha ido. Dudo mucho que la insistencia en ese populismo rancio vaya a darle a Arenas otros frutos que los que ha obtenido hasta ahora, sencillamente porque la gente no le cree.
¿Cómo puede hablar de controlar los abusos, cuando es incapaz de hacerlo dentro de su propio partido y mira descaradamente hacia otro lado? ¿O no ha sido él mismo quien ha salido varias veces en los medios defendiendo a ultranza a Camps, Bárcenas y demás? ¿Quién se cree que tiene alternativas a la crisis cuando, en sintonía con su homólogo a nivel nacional, no hace más que amagar sin enseñar ninguna?
Arenas tiene un serio problema de credibilidad en esta tierra, que se ve agravado por su tenaz insistencia en no darse por aludido no vaya a ser que peligre la poltrona. Mientras no haga por cambiar esto, continuarás siendo el eterno perdedor del sur.
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