A Elisa Loyo la eligieron sus compañeros para desempeñar el puesto de Chef en el Hotel Fontana Leisure Park & Casino en Filipinas porque consideraron que su empeño y trabajo lo merecían.
Corría el mes de abril de 2008, Elisa tenía 25 años de edad y estudiaba en el Confederation College, en Thunder Bay Ontario (Canadá). Elisa arribó a Filipinas en septiembre de aquel año.
Durante su estancia en Filipinas, Elisa utilizaba la red o el teléfono para comunicarse con su familia y durante aquellas conversaciones daba cuenta a sus familiares del maltrato que recibían allí los trabajadores, tanto en las condiciones de trabajo, -los cocineros trabajaban hasta quince horas ininterrumpidas y eran mal pagados por su condición de ilegales- como en el trato personal, ya que no se les llamaba ni siquiera por sus nombres, sino por apelativos tan cariñosos como “cerdo” o “mono” y a gritos.
Al mes de estar allí, Elisa denunció ante las autoridades un robo de carne en las cocinas, porque estaban despidiendo a personas inocentes que, además recibieron amenazas telefónicas, y tras las investigaciones fueron despedidos varios trabajadores más.
Dos meses más tarde, Elisa volvió a denunciar ante las autoridades administrativas del hotel las irregularidades y el mal trato de su jefe hacia ella misma y otros empleados, con lo que el ambiente todavía se le tornó más hostil, sumado a la discriminación por el hecho de ser mujer.
Seis días después fue la última vez que Elisa se puso en contacto con su familia. Al día siguiente de aquella llamada, tenía lugar la inauguración de su proyecto de restaurante. Elisa no acudió. A pesar de la extrañeza de la no asistencia a la inauguración de su propio proyecto, algo que la ilusionaba y en lo había trabajado muy duro, nadie la buscó ni avisó a su familia sobre su desaparición, aunque en su habitación estaba la ropa que iba a usar para el acontecimiento.
Fue la propia familia la que tomó la iniciativa de su búsqueda. Sus dos hermanas viajaron a Filipinas con la determinación de dar con el paradero de Elisa y durante el trayecto recibieron la noticia de que habían encontrado su cuerpo en el hotel. El jefe de seguridad lo calificó como suicido con una increíble teoría: Elisa se habría intentado quitar la vida hiriéndose con un cuchillo en cuello, manos, brazos y estómago, pero como sintió dolor, decidió ahorcarse.
No había investigación alguna abierta, sólo la toma de fotografías y unas tibias diligencias. No hacía falta ser Sherlock Holmes para que Lucía y Sofía, las hermanas de Elisa, se percataran de inmediato que aquello no podía tratarse de un suicidio, por lo que enviaron las fotos tomadas por la policía a las embajadas de Canadá y México para que se realizaran peritajes forenses, que confirmaron sus sospechas. No se podía tratar en ningún caso de un suicidio por el tipo de nudo y la altura a la que encontraron el cuerpo, sin ningún tipo de escalera o cualquier otro objeto que lo hiciera accesible.
La manifiesta incompetencia de la Policía Nacional de Filipinas auspició que solicitaran que la investigación del caso fuese trasvasada al Buró Nacional de Investigaciones (NBI) ubicado en Manila, algo así como el FBI filipino, sin embargo el cambio resultó infructuoso, porque las carencias y la falta de profesionalidad fueron las mismas.
A 8 de abril todavía no han proporcionado los resultados de la autopsia, ni siquiera el informe sobre la escena del crimen. Tampoco se han puesto en contacto con la familia de Elisa.
Ahora la familia y amigos de Elisa han abierto una web donde se da cuenta de su desaparición y se aporta toda la información de la que se dispone sobre el caso. Es una forma entrañable de tenerla presente, de no olvidarla, y de que no se apague nunca el grito que exige que se haga justicia, se esclarezcan las circunstancias de su muerte y se persiga y castigue a los culpables.
Se agradece la difusión de la causa.
Vía | Rosa J.C.
Jack, Muchísimas gracias por hacerte eco.
ResponderEliminarDe nada Rosa, para eso estamos.
ResponderEliminar