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18 marzo 2009

Crisis para conseguir votos

Imagen: Fayerwayer


Tal y como están sucediéndose los acontecimientos, debo confesar, y así lo hago, que estoy a punto de llegar a la terrorífica conclusión de que esta insufrible crisis -la que nos mantiene a casi todos en vilo y apurando para llegar a fin de mes, la plaga más horripilante de insomnio que las generaciones más recientes han conocido y que está causando estragos en el puntal básico de la sociedad en la que nos ha tocado vivir, como es el empleo- a los políticos no les afecta más que en lo referente al rédito electoral que pueden conseguir con ella.

Es el ejercicio de sadismo histórico más recalcitrante que he visto jamás. Porque que en un momento así, con lo que están viviendo silenciosa y prudentemente los ciudadanos normales en sus complicadas vidas de sufridores de algo que está lejos de poder ser provocado por sus actuaciones, y sin embargo padecen en primera persona, que nuestros representantes elegidos en libertad no sean capaces de ejercer algo tan básico como la responsabilidad ineludible de salvar las diferencias y arrimar todos el hombro para buscar una salida decente es, simplemente, de juzgado de guardia. Indecente sería la palabra adecuada.

Si nuestros políticos no saben o no quieren, por el más incongruente y vil interés partidista que se quiera exponer, trabajar todos unidos por el bien común de los millones de seres indefensos a los que representan, no significa que falle el sistema elegido para gobernarnos, sencillamente falla la sociedad, fallamos todos nosotros irremediableme y , tal vez, decepcionantemente.

Es obligación ineludible que seamos capaces de exigirles a quienes ostentan nuestra representación política que estén a la altura de las circunstancias, de lo que se les exige por parte de la ciudadanía a la que dicen servir, lo que va incluido en el sueldo. Y si no son capaces, en momentos como estos, de apartar las diferencias ideológicas e incluso personales, no tienen la dignidad suficiente como para abrogarse una representación que no merecen, por mucho que les hayamos votado.

Es ruin carecer casi de recursos para sortear lo que está pasando, cuando se amontonan en las colas del paro cientos de miles de ciudadanos sin otra alternativa que capear el temporal como buenamente puedan. Pero más ruin aún es intentar aprovecharse egoístamente de una circunstancia tan desastrosa para sacar beneficio individual y partidista. Esto, desgraciadamente, dice muy poco en favor de nuestra clase política.

Hay que saber sacrificarse como los demás, hay que saber dejar a un lado el credo de cada uno y posponerlo para mayor logro del bien de todos. Si alguno no está a la altura de estas circunstancias, no es que la política se haya degradado, es que quien se ha degradado, quizás de manera irreversible, es el ser humano.

Creo que es el momento de que los españoles, o como queramos llamarnos, seamos capaces de sacar lo mejor de cada uno y ponerlo al servicio de los demás, con el único objetivo de que los demás sobrevivan para así poder sobrevivir todos. Y si quienes hemos elegido para que sean capaces de hacer esto llegado el momento no lo hacen, entonces es que nos hemos equivocado todos gravemente.

Pero está en nuestras manos, sea del color que seamos cada uno, el exigirles que han de encontrar la manera de hacerlo y hacerlo bien, con la participación de todos y sin excluir a nadie. Encerrarlos en una habitación y que no salgan de ella hasta que hayan encontrado una solución en la que todos, al menos, se sientan involucrados.

Si no es así, es que la democracia habrá fracasado y, entonces, será que todos nosotros nos habremos defenestrado con ella.

Y a mí, francamente, me cuesta creer que la democracia falle. No entra dentro de mis esquemas mentales.

PD: este artículo está provocado por la insufrible indignación de ver cómo cada día se hunde más el barco y, sin embargo, las ratas ya han saltado todas por la borda y porque yo lo valgo.

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