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18 septiembre 2008

Rajoy, la crisis y los inmigrantes

La mejor descripción de las causas de la fatídica crisis económica que nos fagocita se la he leído, curiosamente, a un médico. Como él mismo se define, “un licenciado en medicina que ha decidido buscar otra manera de perder el tiempo” llamado Alberto Álvarez-Perea en un genial post en Moonshadow.

El bisturí de este singular galeno disecciona a la perfección el origen de la caótica situación actual y no tiene reparos en exponerlo abiertamente y sin pelos en la lengua.

“La situación actual no es más que el resultado del liberalismo salvaje, de haber dejado el verdadero poder en manos de entidades privadas cuya única finalidad es la de lucrarse drenando las arcas de los ciudadanos, dándonos dinero con una mano para quitárnoslo con la otra. La burbuja ha explotado por haber soplado más de la cuenta, el sistema se ha roto por haber abusado de sus bondades, por viciarlo a costa de tirar siempre en el mismo sentido.

España es un ejemplo perfecto de lo que hablo, dada las especiales condiciones del mercado del ladrillo de nuestro país. No son sino los bancos los especuladores que han inflado el precio de la vivienda durante años para tenernos más tiempo pagándoles intereses merced a eternas hipotecas. Ellos son los que tasaban bienes al alza para darnos más del 100% del valor de compra escudándose tras la ilusión de que la revalorización no iba a parar nunca y ahora piden una bendición papal para prestarte 1000 euros. Los bancos, dueños en la sombra de las grandes constructoras, son los que deciden y han decidido tanto la oferta como la demanda del mercado inmobiliario en España, jugando con nuestros ahorros como si fueran billetes del Monopoly.

Y ahora, cuando nuestros bolsillos han dicho basta, cuando la banca ha visto que no pueden mantener esas líneas de créditos irreales eternamente, cuando el valor del metro cuadrado ha alcanzado cotas de auténtica fantasía, la solución es igualmente sencilla: hay que exprimir un poco más a los ciudadanos para que los beneficios no decaigan. ¿Cómo se hace esto? El primer paso es aumentar los tipos de interés, hacer que paguemos más caro el dinero que ya nos habían concedido. El siguiente, reducir drásticamente el volumen de préstamos y estudiarlos sólo aplicando altas ganancias. Y, finalmente, acudir a pedir “inyecciones de capital” a los bancos centrales, esto es, que los impuestos del propio pueblo paguen los platos rotos.”

Se podrá decir más alto, pero no más claro.

El caso es que, ante tan monumental descalabro, la derecha española, imaginativa donde las haya, tras un concienzudo análisis de los entramados económicos y financieros, ha dado por fin con la solución al problema.

En un gesto de clarividencia supina, Rajoy ha determinado académicamente que la causa de la crisis económica la tienen los inmigrantes, que se permiten el lujo de cobrar el paro después de haberse partido el lomo trabajando y cotizando para tener derecho a ello. Qué se habrán creído.

Es lastimoso que un líder de un partido político que pretende gobernar las riendas del país, espero que lo más tarde posible, no mida las posibles consecuencias de sus irresponsables declaraciones en una sociedad en crisis.

Ya lo advirtió el relator de la ONU para los Derechos Humanos de los Migrantes, Jorge Bustamante, en el III Foro Social de las Migraciones.

“Las crisis económicas suponen un alto factor de riesgo en el aumento de la xenofobia y del sentimiento antimigratorio”, dijo. Y a Rajoy le ha faltado tiempo para demostrar la verdad irrebatible que contienen esas palabras. Desde luego no podrá decir que su intención ha sido la de ayudar a los inmigrantes en sus ahora redobladas dificultades a la hora de superar la crisis.

Como el mismo Bustamante afirmó, la realidad de los sin papeles seguirá siendo la misma, con más problemas quizás, pero con la misma obsesión por encontrar una oportunidad para abandonar la miseria.

Rajoy, consciente de ello, ha decidido echarles una mano con unas declaraciones absurdas que no conseguirán otra cosa que incrementar la animadversión de la gente hacia ellos. Deberían felicitarle efusivamente por su acierto.

Después, tras su primer tiro fallido, Rajoy asegura que es cuestión de confianza, esa misma que él se ha empeñado en aumentar y consolidar con sus declaraciones desafortunadas. Pero de apuntar medidas concretas que contribuyan a paliar la situación nada de nada.

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