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12 agosto 2008

Cuando las banderas son sólo trapos

Leo en Otromundoesposible, ese blog de referencia editado por Abraham Canales, la reprocucción de un artículo de Enric González, publicado en El País, que me ha llamado poderosamente la atención.

“La presunta separación entre la política y los Juegos va más allá de la hipocresía razonable. No existe un gesto político más rotundo, esencial y diáfano que abrazarse a una bandera. Y eso es lo que se hace en Pekín. Lo hacen los atletas, los dirigentes, el público, la prensa. Los Juegos, como casi cualquier competición deportiva internacional, son una gran fiesta de las naciones y del nacionalismo.
No me parece mal. El mundo moderno se organizó sobre el concepto de las naciones. Sin la nación y el nacionalismo, y sin el sustrato antropológico de la patria, el Estado quedaría reducido a su función primitiva y esencial: la coacción. Un Estado así de feo, desprovisto de sus atributos sentimentales, no tardaría en hundirse. Y sería el caos. Yo, por lo menos, no tardaría un minuto en declararme contribuyente andorrano. No sé ustedes.
El deporte fue considerado, desde su origen clásico, como una guerra incruenta. De ahí la llamada “tregua olímpica”, ideada para evitar que un conflicto inoportuno truncara la ceremonia sagrada. Rusia y Georgia demuestran ahora que el espíritu olímpico se mantiene fuerte: mientras sus soldados matan, sus atletas se besan en el podio. Qué bonita imagen la de la rusa Paderina y la georgiana Salukvadze (tiradoras con pistola, para más señas), abrazadas en Pekín.
Rindo homenaje a
Paderina y Salukvadze. ¿Las expulsarán? ¿Les retirarán la medalla? Es de esperar que sí, porque lo que han hecho constituye una evidente declaración política. Y quizá un ultraje a sus respectivas banderas.”

Y es que, a medida que amplías tu conocimiento, te vas percatando de manera incuestionable que la hipocresía impregna la mayoría de nuestros actos. No creo en la representación que se les supone a las banderas. Creo con firmeza que los universos personales son bastante más reducidos.

Sí estoy convencido de que la guerra causa dolor, mucho dolor, a quien la vive y a quien la siente. Las guerras no tienen ganadores ni vencidos, sólo víctimas.

Y si un abrazo entre dos personas que se han dejado la piel superándose a sí mismas, sincero y franco, es un ultraje a un trozo de trapo, yo me apunto sin fisuras a ultrajar constantemente a los colores que nos llevan a matarnos.

Me sumo al homenaje tributado por Enric. Me sumo a todos aquellos que están convencidos de que el hombre es algo más que una máquina implacable de matar y de destruir.

Porque si no lo creyera así, si no estuviera firmemente convencido de ello, yo también me haría contribuyente andorrano sin dudarlo un instante.

Algunas aclaraciones pertinentes sobre el reinado impoluto de la hipocresía las podéis encontrar en escolar.net

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me sumo a los abrazos, a los encuentros entre distintos, me sumo al respeto al otro aunque no sea mi reflejo!
un beso

Gregorio Verdugo dijo...

Siempre cuento contigo, LP. Un beso.