Interpretar las palabras pronunciadas a mi antojo y convertirlas en un insulto si me apetece. Determinar yo, y nadie más, qué es lo que dicen los demás y por qué lo dicen. Utilizar mi tribuna pública para encender conjuras ilusorias afines a mis oscuros intereses y quedar impune.
Son parte del código deontológico que defienden Jiménez Losantos, el maoísta convertido en libegal, y su cuadrilla. Bombardear con titulares de dudosa veracidad cuanto se les antoje y eludir la responsabilidad de sus consecuencias. Es su particular definición del concepto “libertad de expresión”. Da igual si se roza la calumnia, la infamia o el insulto, da lo mismo. Porque la libertad de expresión soy yo. Y todo aquel que discrepe, se manifieste en contra o me exija responsabilidades está contra la libertad de expresión.
Que no se me exija ética profesional, no va conmigo. Soy el portador del estigma de la verdad suprema, la que viene directamente de dios, ornada con mitra, báculo y anillo pastoral y teñida de puro rojo cardenalicio. La verdad con mandato evangélico que no se puede cuestionar.
4 comentarios:
Todos los macarras son igual de cobardes. Se acojonan ante la autoriadad y se crecen ante el debil
Acabas de expresar perfectamente en palabras mi miedo.
Sin duda una persona que siembra el odio es un terrorista tambien y a veces mucho más peligroso porque las palabras lanzadas cuajan en cada mente según el abono que en ellas haya. Años despues se recogen los frutos negros y amargos.
Me pongo a vuestro lado, césar, Jack, Lp querida. Dejarme hueco que contra más seamos plantándole cara al miedo antes se nos pasará el susto del horror que representa toda esta gente.
Carlos Amigo, arzobispo de Sevilla, dice ahora que Losantos es "un dolor de cabeza". Os dejo el enlace.
http://www.elplural.com/macrovida/detail.php?id=21479
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