Mi obra literaria

27 mayo 2008

El descalabro del pájaro (II)

Hace tiempo publique en este blog el post “El descalabro del pájaro” que viene a cuento hoy porque se inicia en Sevilla una Huelga del sector de la construcción y porque ayer cuatro trabajadores de las obras del nuevo estadio del Valencia CF perdían la vida en el tajo.

Los sindicatos pretenden conseguir el horario de jornada intensiva durante los meses de verano, para eludir en el andamio las altas temperaturas propias de esta tierra (se superan los 50 grados con total normalidad) y reducir en la medida de lo posible la siniestralidad laboral que ahoga a la construcción con un lento e implacable goteo de vidas cada día.

La respuesta de la patronal, GAESCO, por boca de su presidente Miguel Rus, aduciendo que las causas del alto índice de siniestralidad se deben al consumo de alcohol y drogas, no puede menos que calificarse de miserable e impropia de alguien que ostenta un cargo que conlleva tan alta responsabilidad. Convertir la excepción en regla para la generalidad pone en evidencia la catadura moral de este tipo.

Reproduzco aquí de nuevo el post íntegro, con un añadido final que creo que viene a cuento.

“Aquella luminosa mañana levanté la vista al cielo, lo contemplé pateando los tejados y guardé la imagen en mi retina no sin cierta inquietud. Había algo extraño en aquella escena que me llamaba poderosamente la atención y que no lograba descifrar.

Pocos días después, una algarabía de sirenas atravesó el barrio, dobló la esquina donde me encontraba registrando los contenedores de basura atestados y se detuvo dos calles más abajo, justo en el lugar donde lo había descubierto.

Me acerque sin llamar la atención y lo volví a ver, esta vez tendido sobre el empedrado, con el correaje de herramientas esparcido a lo largo de la acera y la nuca reventada. Le manaba un fino hilo de sangre oscura de la comisura de los labios y tenía los ojos fijos en el cielo del que se acaba de descolgar por mano del diablo.

Fue entonces cuando me percaté de lo que no me cuadró aquella primera vez: el tipo no llevaba arnés de seguridad y se movía por encima de las tejas con una seguridad sobrenatural, como si fuera un pájaro.

Me quedé allí un rato, contemplando la rutinaria parafernalia de la muerte y pensando que hasta los pájaros pueden tener un día aciago. A los pocos minutos llegó un tipo trajeado y nervioso, que se puso a conversar de inmediato con la policía judicial gesticulando sobre manera. Era el contratista, que no paraba de empalmar un cigarrillo tras otro y de asegurar que no entendía cómo no estaban utilizando los equipos de seguridad que la empresa proporcionaba. Ni siquiera tuvo una mirada de lástima para el finado.

Tras un largo período de trámites, el juez ordenó el levantamiento del cadáver y se lo llevaron en un funesto furgón oscuro. El arnés no apareció por ninguna parte”.

Tampoco vi por ninguna parte la botella vacía ni restos de droga, sólo el triste hálito que deja tras de sí un cadáver cobrado de forma inútil.

En el año 2007, según estadísticas todavía provisionales, se registraron 242 accidentes laborales mortales en el sector de la construcción, 2.594 resultaron graves y 212.328 leves.

Si nos alarmamos por el elevado goteo de víctimas que producen los accidentes de tráfico o la violencia de género y empeñamos todos nuestros esfuerzos en combatirlos, no podemos permanecer callados ante esta sangría y debemos exigir al gobierno y a las partes implicadas poner todo de su parte para reducir, incluso abolir, esta lacra.


2 comentarios:

  1. Anónimo11:40

    Siempre se ha tendido en este país nuestro a convertir las excepciones en generalidades.
    Recuerdo este post y hoy me ha vuelto a hacer sentir lo que sentí ese día : vértigo ante la torpeza de los necios!
    Besos Jack

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  2. Anónimo21:45

    "vértigo ante la torpeza de los necios!"

    no se puede decir más.

    besos

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