Se llama Reverendo John Hagee y se ha convertido en el quebradero de cabeza de John McCain, el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, ya que es su predicador favorito.
En el vídeo lee un enorme diorama, esgrimiendo un puntero que se posa sobre la imagen de una mujer de grandes senos. La mujer tiene en su mano un cáliz de oro. El reverendo explica que esta mujer es “la Gran Puta” y que lo que bebe es “la sangre del pueblo judío”. El tipo argumenta que la Gran Puta representa a “la Iglesia Romana”, que ha tenido sed de sangre judía desde que los tiempos existen. (¿Se habrá entrevistado con Benedicto XVI durante su última visita a América?).
John Hagee es pastor de una gran iglesia en Texas y suele aparecer en múltiples redes religiosas, entre ellas Trinity Broadcasting, que llega a 75 millones de hogares.
Entre sus perlas más populares se encuentra la que soltó en “Aire Fresco”, un programa de radio de PRN de los más escuchados, allá por septiembre de 2006. El tío dijo sin desmelenarse siquiera que Dios creó el huracán Katrina para castigar a Nueva Orleans por sus pecados, en especial, por permitir el desfile de homosexuales que se produjo el lunes que el Katrina llegó. Todavía hoy se reafirma en esas declaraciones.
También es bastante conocido por defender a capa y espada “la guerra santa” contra Irán. En América está de moda por el dilema que se ha levantado con respecto a los pastores de los presidenciables y su influencia en el juicio de los mismos que tienen los electores a la hora de ejercer su voto.
Hay quien vislumbra rasgos de racismo en este debate, puesto que se juzga rápida y severamente a Obama por su larga relación con el pastor Wright y, sin embargo, se pasan por alto las estrechas relaciones de McCain con este siniestro pastor televisivo, al que ni siquiera se ha molestado en desautorizar en este tipo de declaraciones altisonantes. Achacarían esta circunstancia a la condición de hombre de color de Obama, que tiene serias posibilidades de convertirse en el primer presidente negro del país, lo que todavía causa un gran recelo en la nación de las libertades.
Serio problema para una país en el que, según las predicciones más optimistas, tan sólo dentro de tres o cuatro décadas se convertirá en un país de minoría blanca, ya que el crecimiento de la mitad de la población que ha sufrido desde el año 2000 se debe a los hispanos, la otra gran amenaza de la pureza de América.
Hay que tener en cuenta que, casi medio siglo después de las luchas por los derechos civiles de la minoría negra en 1960, el Partido Republicano no cuenta con ni un solo miembro afroamericano entre sus 247 senadores y representantes en Washington, lo cual no deja de ser significativo.
Esperemos que, llegado el caso de que McCain ganara las próximas elecciones presidenciales, el asesoramiento espiritual de John Hagge no incida en la política exterior de los Estados Unidos, por la cuenta que nos trae.
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