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22 octubre 2015

La tragedia se ceba con los refugiados en los pasos fronterizos


Les están cerrando las fronteras. Las limitaciones impuestas por algunos de los países por los que transitan los miles de refugiados procedentes de Siria están provocando interminables bloqueos en los pasos fronterizos de Hungría, Croacia, Serbia o Eslovaquia. Si a ello se suma el progresivo empeoramiento de las condiciones meteorológicas y la falta de refugio y auxilio, nos encontramos ante una grave amenaza para la salud de los migrantes. Una crisis humanitaria de proporciones desconocidas hasta ahora.

Miles de personas se ven expuestas a situaciones extremas por falta de unos mínimos de asistencia y cobijo, entre ellas mujeres embarazadas, niños pequeños y personas mayores que se verán obligadas a afrontar el próximo invierno en unas condiciones extremas.

Uno de los lugares con mayor presión es la localidad serbia de Presevo, cerca de la frontera con la Antigua República Yugoslava de Macedonia. Un promedio de 5.000 personas cruzan por la zona cada día. La mayoría permanecen haciendo cola, incluso bajo fuertes aguaceros, durante días enteros sin acceso al agua, al refugio o al aseo. 


El doctor Alberto Martínez Polis, coordinador médico de Médicos Sin Fronteras (MSF), advierte que durante las últimas semanas “hemos atendido a niños muy pequeños con hipotermia, que han hecho cola durante horas a la intemperie, empapados y tiritando, sin ningún lugar para calentarse, secarse o cambiarse de ropa”.

Rand es una chica de 30 años originaria de Damasco. El 27 de septiembre pasado llevó a dos niños, de ocho y dos años que viajaban con ella a la clínica de MSF en Bapska, en la frontera entre Serbia y Croacia. Abandonó su país cuando, mientras caminaba, contempló la caída de una bomba sobre una escuela y vio morir a tres niños ante sus ojos. Lleva un mes de travesía, tras pasar por Líbano y Turquía. 

“Los niños no entienden lo que pasa y siempre están aterrorizados —cuenta—, tienen miedo de cualquiera que porte un arma o vista ropas militares”. Tras un aterrador viaje en barco desde Turquía, cruzaron la frontera una noche pasadas las once y media. Tuvieron que caminar por una carretera entre campos de cultivo y dormir en una tienda de campaña que les proporcionó el ejército. No tenían comida, ni agua, ni luz. Pidieron mantas para abrigar a los niños y los soldados les dijeron que no tenían nada.

Rand afirma que el miedo está tan arraigado en los menores que hace que vean la guerra “como algo mejor que este viaje”. La esperanza de llegar a un país en el que estarán a salvo no es suficiente. Su intención es llegar a Holanda y vivir en un lugar donde el gobierno “te trate como a un ser humano y puedas votar y tener una voz”. “Quiero saber qué se siente viviendo así”, concluye.


Martínez Polis cuenta que la semana pasada tuvieron que atender a pacientes por desmayos, “algo inusual en Presevo”. En su opinión, son situaciones provocadas por “la presión de las aglomeraciones y por la falta de dosis adecuadas de comida, bebida o sueño durante varios días”. Al doctor le confiesan que tienen miedo de dejar la cola para no perder a su familia o su lugar. En muchos casos esas personas han llegado al límite de su resistencia. Destaca que en las últimas semanas “hemos atendido a niños muy pequeños con síntomas de hipotermia”, que han estado haciendo cola “durante horas a la intemperie, empapados y tiritando de frío”.

Los equipos médicos de MSF atienden a más de 400 personas por día en la zona y las cifras continúan en aumento. La mayoría de ellos necesita atención para problemas de salud como la tos, resfriados, gripe, afecciones gastrointestinales y enfermedades cutáneas, como resultado de las condiciones del viaje. También se dan casos de enfermos crónicos, con diabetes o asma, y otros con problemas cardíacos que se han visto deteriorados durante el transcurso de su odisea.

Stephane Moissaing, coordinador general de MSF en Serbia, relata que entre sus pacientes se incluyen bebés “con tan solo unas semanas de vida, ancianos y mujeres a menudo en un avanzado estado de gestación”. Cuando llegan a Serbia ya están cansados y débiles y “la falta de servicios básicos tiene unas consecuencias reales que se agravarán con la llegada del invierno”. “De no acabar con los bloqueos —afirma— miles de personas quedarán de nuevo atrapadas y expuestas a condiciones potencialmente mortales durante el invierno, en especial los niños y los mayores”.

Mohammed es un contable que proviene de Idlib y viaja con su esposa, Bayan y sus hermanos Obaida y Abdullah, junto con un primo y sus dos hijos de 5 y 4 años. El 25 de septiembre alcanzaron la clínica de MSF tras pasar la noche y gran parte de la mañana bloqueados en tierra de nadie entre las fronteras de Serbia y Croacia. Eran alrededor de 800 personas bajo una fuerte tormenta y sin ningún refugio en el que resguardarse. Habían cruzado por mar desde Turquía a Grecia en unas condiciones muy duras por el fuerte oleaje reinante. Después viajaron por Grecia y Macedonia para llegar a Serbia y continuar hasta la frontera con Croacia. La tormenta los golpeó durante tres horas y apenas si disponían de unas lonas de plástico, donde se pudieron guarecer unos cuantos. Alrededor de 200 personas no tenían nada y tuvieron que aguantarla a cuerpo pelado. Los niños temblaban de frío bajo el vendaval de agua y aterrorizados por los truenos y relámpagos.


Las temperaturas invernales en Serbia pueden alcanzar los -15º C, lo que puede acarrear congelaciones graves. Los equipos de MSF se están preparando para atender a un gran número de pacientes ante dicha perspectiva: se ha incorporado más personal médico, aumentado las reservas de tiendas de campaña, kits de higiene, mantas, impermeable y ropa de invierno.

Aurelie Ponthieu, asesora humanitaria de MSF, asevera que “miles de personas siguen estando expuestas a terribles sufrimientos durante su viaje a través de los Balcanes”. Se necesitan refugios apropiados, comida caliente y servicios higiénicos en los puntos de registro y de transporte. “No podemos esperar a que ocurra una tragedia —advierte—, hay que garantizar una condiciones seguras y apropiadas, que se adapten a frío que se aproxima”.

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