cabecera_tipográfica_trans

12 julio 2014

Claroscuros en el dragado y el Convento de San Agustín



Dos malas noticias en la semana que termina para la ciudad. O mejor dicho, una mala y la otra, aunque es buena, conlleva un trasfondo más bien negativo. Y ambas relacionadas con dos de los llamados proyectos emblemáticos, ésos que tanto les gustan a los políticos patrios.

La primera es que en pleno apogeo de la oleada de presión a la que el lobby del dragado tiene sometida a la ciudad de manera permanente, los datos de cruceristas que arriban a Sevilla en los cinco primeros meses de este año son desastrosos. Un 21% menos que en el mismo período del año anterior, ahí es nada. El sueño de Zoido y de muchos prebostes que ven en la profundización de la dársena un negocio suculento se difumina cada vez más.

Aunque si se analizan en profundidad los discursos al respecto que se están ofreciendo en los últimos días, parece que lo que más duele no es la cada vez más que probable inviabilidad del proyecto, sino que se esfumen los 33 millones de euros de subvención europea sin que nadie pueda echarles el guante. Para colmo, los narcos han decidido reactivar la ruta del río para la entrada de droga.

El otro es la aprobación del plan especial  para la rehabilitación —léase privatización— del Convento de San Agustín. Un proyecto que nace con el PGOU de 2006 que le otorga el máximo grado de protección, pero le concede usos terciarios al solar interior en el que se ubicaba la antigua Iglesia de San Agustín y que ahora se convertirá en un hotel de 3.600 metros cuadrados de superficie.

El proyecto de Convento San Agustín SL, la empresa ganadora del concurso público que se celebró en su día con la propuesta de los arquitectos Cruz y Ortiz, contempla la rehabilitación del claustro, las galerías, el refectorio, los dormitorios y la escalera monumental, que pasarán a formar parte del conjunto. Es sin duda una buena noticia para el conjunto gótico que dormía abandonado a su suerte el sueño de los justos.

Sin embargo, como en otras muchas ocasiones, se vuelve a cometer el pecado que ya es endémico en esta ciudad. Una joya del patrimonio de la urbe se cede a manos privadas para su rehabilitación y puesta en uso. La consecuencia inevitable de dicho proceso es que el bien en cuestión no pasará al inventario de joyas arquitectónicas para uso y disfrute de los sevillanos, sino para lo que el rehabilitador privado estime oportuno, que rara vez suele coincidir con los intereses generales de la ciudad.

No hay comentarios: