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16 septiembre 2011

A Galadí se le ve el plumero

La patronal sevillana tiene un tipo al frente llamado Antonio Galadí que es todo un portento haciendo campañas electorales subliminales y a la vez tan descaradas que me recuerdan las de alguna que otra cabecera de abolengo. Eso sí, sin decir nunca abiertamente el sesgo de su ideología por si mañana, vete tú a saber por qué mal hado del destino, el que roza el poder es otro distinto al apostado.

En esa tarea ínclita de incitar al apoyo a determinada formación política entra incluso la tarea de visionario apocalíptico, aunque sólo sea como torpe manera de intentar esconder otros intereses menos espurios y más pecuniarios de los que, con la que está cayendo, resultaría incluso amoral presumir.

Le ha ocurrido cuando ha lanzado la amenaza de que la patronal sueca Ikea podría llevarse la inversión que tiene planificada para la construcción de su segundo centro en Sevilla a otra parte, en concreto a Córdoba. Es la vieja táctica de crear alarma social para que no exista justificación que impida la consecución de un objetivo premeditado de antemano. Hasta el punto que ha tenido que ser la propia Ikea la que salte a la palestra a desmentirlo. Que por mucha multinacional que se sea, no se deja de tener imagen pública.

Resulta que dicha inversión está pendiente de que resuelva la exigencia de la multinacional del auto ensamblaje que requiere una modificación del PGOU que rozaría la ilegalidad y que Zoido, en un principio, se prestó a abordar y solucionar antes del mes de julio pasado.

A las fechas que estamos, todavía no se ha dado vía libre al proyecto, entre otras cosas porque periodistas como Carlos Mármol en Diario de Sevilla y Javier Alonso en El Correo de Andalucía han alertado sobre la ilegalidad de la operación y el peligro de que de nuevo se desate la fiebre de la especulación urbanística en la ciudad.

Pero Galadí no está en realidad preocupado porque de no llevarse a cabo la inversión se pierdan los puestos de trabajo previstos. O al menos no sólo por eso. Lo que realmente le preocupa es que no se abra el melón de la revisión del PGOU, ya que los empresarios del sector llevan tiempo a la cola esperando su correspondiente tajada en caso de que suceda. Ese es el verdadero interés de Galadí, los puestos de trabajo que se generen le importan una higa.

Y como no ha tenido éxito su iniciativa, en vez de quedarse calladito (que está más guapo) ahora se dedica a insultar a los sevillanos llamándonos “callados y sumisos” (lo de “educaditos” lo tomaremos en el buen sentido). Y, ni corto ni perezoso, se lanza a darle una mano de barniz al alcalde en sus cien primeros días de gestión (a pesar de que todavía no han pasado los 97) por si cuela.

Se le olvida al presidente de los empresarios que los sevillanos (ya que tan bien nos conoce) tenemos una virtud mucho más característica que las que él ha mencionado: la guasa. Y desde esa guasa que nos hace tan singulares podemos afirmar sin temor a equivocarnos que a Galadí “se le ve demasiado el plumero”.



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