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08 diciembre 2010

¿Es Wikileaks parte de Matrix?

“Julian Assange nos ha hecho un servicio enorme. A la humanidad y al periodismo. Lo de Wikileaks es el periodismo mejor: es decir la verdad, hacer investigaciones, descubrir cómo están las cosas”. Lo dijo ayer el periodista de investigación del Dayly Mirror John Pilger. En términos similares se mueve una parte del mundo periodístico que considera al fundador de Wikileaks poco menos que un héroe de Marvel.

La otra parte, probablemente empujada por el virus de la envidia profesional, consideran que lo desvelado no son más que chismorreos de pacotilla y Assange algo así como un tertuliano del Sálvame de la red.

Claro que hay que resaltar la abismal diferencia de que a ninguno de dichos tertulianos que nos emborronan a diario las pantallas de los televisores con sus bazofias y porquerías los persigue la justicia de todo un país por un asunto que no está claro, ni tampoco los asfixian económicamente bloqueando sus cuentas y sus fuentes de financiación por motivos espurios.

Lo de wikilieaks ha puesto en evidencia dos cosas fundamentalmente; que vivimos engañados permanentemente por los poderes que nos gobiernan y que follar sin tomar las debidas precauciones te puede salir muy caro no sólo en África, también en los países más consolidados en la democracia.

De lo primero es de donde deducen algunos que Assange es el nuevo símbolo de la batalla moral en defensa del derecho a la información, que contaría los intereses del poder. Una especie de Neo cuya misión primordial sería quitarnos la venda de los ojos y mostrarnos cuánto de falsa y manipulada es la realidad que nos rodea. Las incontables represalias que se están tomando contra su persona y contra su organización no harían sino reforzar esta teoría, por cuanto el poder se salta leyes y contratos que hasta ahora se creían sagrados.

Esta persecución sin pausa y sin tregua no hace sino demostrar a las claras que aquellas “grandes autopistas de la información” a las que tanto loó Bill Clinton, y que con posterioridad tanto fascinaron al Obama inicial, tienen un dueño absoluto desde mucho antes de que fueran construidas que no es otro que el capital.

Sin embargo, de todo este embrollo que, en palabras de Umberto Ecco, “no sólo muestra la hipocresía de los gobierno en las relaciones entre Estados, con los ciudadanos y con la prensa, también presagia el retorno a las más arcaicas formas de comunicación”, también es posible sacar algunas otras conclusiones cuanto menos llamativas.

Lo que apenas se ha tardado en tildar como la salvación del periodismo puede suponer a la vez la paradoja de convertirse en la constatación flagrante del aniquilamiento de la única esperanza hasta ahora conocida para la viabilidad de un periodismo independiente, honesto y veraz.

Ya el hecho de poner la información exclusivamente en manos de lo que alguien ha dado por denominar “el cártel de medios” es cuanto menos cuestionable. Se podrá argumentar que es por otorgar el mayor eco y difusión posible al contenido de los cables, para que la contextualización y trabajo posterior sea desarrollado por verdaderos profesionales, pero no por ello deja de suponer el poner una información de relevancia vital en manos de quienes hasta ayer estaban considerados como un engranaje más del poder establecido. Hay quien interpreta que esto también es intencionado y que con ello se está ridiculizando la labor que han venido desarrollando hasta ahora esos mismos medios. Puede ser, pero mientras tanto esos medios hacen su agosto.

Pero hay algo todavía más preocupante. El proceso que ha seguido el asunto Wikileaks pone en solfa una de las escasas esperanzas que le quedaban a la necesidad de la ciudadanía de un periodismo independiente y de calidad, alejado de los intereses políticos y económicos a los que nos tienen acostumbrados los medios tradicionales. Este periodismo se había erigido hasta ahora como la única alternativa para millones de ciudadanos que claman por una información veraz e independiente, elaborada bajo criterios profesionales, y que sea ajena a las presiones que imponen en las agendas informativas las líneas editoriales y los intereses ajenos a la información de los medios tradicionales. Periodismohumano.com podría ser un buen ejemplo de proyecto en este sentido, aunque hay muchos otros, financiado fundamentalmente por fundaciones y por las donaciones de sus lectores.

La experiencia Wikileaks está demostrando que, cuando la maquinaria del poder se engrasa y comienza a funcionar a todo gas, las posibilidades de supervivencia de este tipo de periodismo son escasas, si no nulas. Basta con que el punto de mira del arma mortal del poder se pose sobre ti para que desaparezcas, sin más, del mapa informativo. Ya no se trata de otorgarte invisibilidad, sino de hacer imposible tu existencia por asfixia permanente.

Además hay otra cuestión puramente referida al discurso informativo. Las revelaciones de los cables ponen de manifiesto algo que todos intuíamos: que los gobiernos mienten constantemente a sus ciudadanos y que son declarados expertos en el uso de la hipocresía. Sin embargo, el discurso que emana de las revelaciones no es demasiado belicoso para con el país al que se pretende cuestionar. A fin de cuentas no hace sino incrementar el prestigio de una diplomacia que se limita a defender los intereses de su país al precio que sea, que es precisamente por lo que les pagan. En definitiva, se limitan a decir lo que el poder quiso que nosotros pensáramos. Es como para meditarlo con detenimiento.

La pregunta entonces sería la siguiente: ¿es posible que Wikileaks forme parte de Matrix?, ¿pueden ser Assange y su organización unos instrumentos más en manos del poder para controlar la información que recibimos como han venido haciendo hasta ahora? En tal caso, todo el tinglado que se ha montado sería una simple cortina de humo para que nos tragáramos el anzuelo sin rechistar.

Esperemos que no, porque lo que es indudable es que Wikileaks ha aportado un brutal rayo de luz y esperanza a un mundo que se movía a ciegas y sin rumbo desde hace muchos años: el periodismo.



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