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04 septiembre 2010

La mano que mece la cuna de Juan Espadas


La batalla por la alcaldía de Sevilla se está convirtiendo en algo parecido al juego de las sillas, es decir, una cuestión de espacio. Y el que tiene todas las papeletas de quedarse por ahora sin el respaldo salvador cuando cese la música no es otro que Juan Espadas, el alcaldable por el partido socialista.

Mientras el Partido Popular y su candidato, Juan Ignacio Zoido, ya han tomado carrerilla y se encuentran sumergidos nueve meses antes en plena campaña electoral, y el resto de aspirantes, con la excepción de UPyD, tiene a sus candidatos calentando para iniciar el largo y exigente recorrido, los socialistas continúan sin solventar el mayor de los impedimentos para ponerse en marcha: la omnipresencia de un alcalde que sabe que no va a repetir y, sin embargo, no tiene reparo alguno (es más, parece como si le provocase un especial placer) en robarle protagonismo a la apuesta de su partido para las próximas municipales.

Monteseirín sigue a su bola, como quien oye llover, y se pasa por el forro de los caprichos las sutiles sugerencias que recibe desde la dirección del partido. Es una actitud que puede parecer suicida, pero que no lo es tanto para quien no tiene nada que perder.

A la sugerencia de José Antonio Viera, secretario general del PSOE sevillano, de perder protagonismo en favor del candidato Juan Espadas, el alcalde ha respondido ratificándose en la defensa de unas primarias que él mismo no se atrevió a provocar vete a saber por qué. El pulso que parecía soterrado continúa abierto y sangrante. La solicitud de espacio por parte del partido parece que ha vuelto a caer en saco roto, por la actitud cabezona de alguien que todavía no se ha creído sus propias palabras de que su labor al frente del Ayuntamiento de Sevilla ha llegado a su fin.

Así las cosas, Espadas tiene poco margen para solventar uno de los problemas de partida con que cuenta su candidatura; el poco nivel de conocimiento que goza entre los sevillanos. Y mostrándose sólo en cuestiones como si el equipo de campaña del PP integra o no a mujeres en su seno poco a nada va a remediar esa falta de notoriedad.

Espadas necesita entrar de lleno en los temas de peso de la ciudad, los debates que concentran la atención de la ciudadanía. No es la mejor manera de iniciar una campaña electoral el que toda la ciudad sepa lo que van a hacer los adversarios y que apenas se sepa nada de lo que piensa llevar a cabo el candidato socialista.

Pero el enemigo, en este caso, no sólo está fuera del partido, sino que el más peligroso se encuentra en casa, en la figura de un alcalde que no está dispuesto a desprenderse del protagonismo que le mantiene perenne en los medios y cuyo egocentrismo le impide admitir que en la foto pueda salir otro que no sea él mismo.

La pregunta del millón ahora es si el partido tiene mecanismos (y si está verdaderamente dispuesto a aplicarlos) para llamar al orden a alcalde díscolo y poner cada cosa en su sitio. Porque lo que parece del todo imposible es que se tengan unas mínimas posibilidades de ganar una pugna tan difícil con el enemigo comiendo en tu propia mesa, meciendo tu cuna sonriente desde las sombras.



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