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07 agosto 2010

La Facua se pronuncia sobre Tussam

La Asociación de Consumidores en Acción (Facua) de Sevilla se ha pronunciado sobre la intención del alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, de subir las tarifas de Tussam con el viejo cuento de la integración en el Consorcio Metropolitano de Transportes.

Por boca de su Secretario General, Rubén Sánchez, ha criticado, entre otras cosas, la eliminación del bonobús sin transbordo, el título de viaje más utilizado en la actualidad, dado que las características de la red urbana de transportes públicos en Sevilla hace «innecesario» el bonobús con transbordo.

Esta obsesión de la dirección de la empresa por eliminar este bonobús no se entiende del todo, ya que si un título de viaje es especialmente gravoso para las arcas de Tussam, con la expeción de los títulos de viaje denominados “sociales”, es el bonobús con transbordo, figura ésta que no se contempla en ningún otro sistema de tarifas de las empresas de transporte público del país.

Se quejan de que hay que incrementar los ingresos por títulos de viaje y consienten en que se pueda atravesar Sevilla de punta a punta, y en ocasiones hasta volver, por un importe menor al del billete univiaje. Esta cuadratura absurda del círculo será una de esas ecuaciones de última generación que Arizaga, ese ilusionista de los números, debería explicar a la ciudadanía con todo lujo de detalles. Aún así, dudo que la mayoría fuera capaz de entender una sola palabra de las explicaciones que este fenómeno de la gestión empresarial nos tiene acostumbrado a dar.

Pero en las declaraciones de Rubén Sánchez hay otra cuestión de calado que casi pasa desapercibida en la lectura de los titulares. Se refiere el secretario general de Facua de Sevilla a los tan manoseados “costes sociales” de la empresa y no duda en entrar a saco. Afirma que “los trabajadores de la empresa asuman que no se puede continuar con subidas salariales”.

A día de hoy, los trabajadores continúan sin convenio colectivo y con el salario congelado desde enero de 2009, amén de que la empresa todavía continúa sin abonar algunos concepto correspondientes al año pasado, sin que hasta ahora se le haya visto intención alguna ni de ponerse al día en cuestión de pagos de salarios, ni tampoco de iniciar unas negociaciones colectivas que sufren ya un retraso de ocho meses. Es evidente que sin una mesa donde confrontar posturas y negociar pocos avances se pueden conseguir.

Pero Sánchez no se ha quedado ahí y ha intentado llegar más lejos cuando se ha referido a los directivos de la empresa municipal, siete para ser exactos, y les ha exigido que «den ejemplo, actúen con ética y realicen recortes salariales», ya que «tienen unos altísimos ingresos ajenos al convenio del resto de los trabajadores en una empresa con una gravísima situación de crisis, por lo que no dan el ejemplo necesario de esfuerzo a los trabajadores y usuarios». Sánchez considera «poco significativa» la bajada salarial aprobada en consejo de administración.

Y aquí se ha quedado más que corto, porque la bajada aprobada por el consejo no se aplicó en la nómina del mes de junio y dudo mucho que se haya hecho en la de julio, conociendo la ancestral tendencia al escaqueo de una directiva que tiene por bandera mirar para otro lado en los asuntos que le conciernen de forma directa. Y no he visto a ningún directivo salir corriendo a exigir que se le practiquen los descuentos.

Hablar de dar ejemplo y de actuar bajo los rigores de la ética cuando se trata de salarios de seis mil euros al mes o superiores es harto complicado, si no imposible. Porque ese ejemplo y esa ética son extensibles, por lógica, a otros muchos aspectos del trabajo cotidiano y no se han aplicado nunca, a pesar de que no tienen repercusiones directas en el jornal. Por lo que hacerlo cuando se trata de retocar salarios superiores al que cobra el Presidente de la Junta de Andalucía me parece de película de ciencia ficción.

Los políticos y sus intereses particulares han convertido a Tussam en una empresa donde la solidaridad o parte de abajo hacia arriba, y nunca roza a las capas altas, o simplemente no se practica, porque el cauce que siempre se utilizó para ello, el diálogo, se rompió definitivamente cuando a un alcalde egocéntrico y chauvinista se le ocurrió poner al frente de la compañía a un gerente de derechas. Ahora las lamentaciones son del todo inútiles y reconducir la situación a los cauces de la normalidad se ha convertido en una tarea de titanes.



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